Autoridades mexicanas abrieron este sábado su frontera para dejar pasar a mujeres y niños que integran una caravana de migrantes procedentes de Honduras, buscando aliviar la dura espera a las miles de personas hacinadas sobre el puente que une México con Guatemala.
El embajador de México en Guatemala, Luis Manuel López, dijo que estas personas serán registradas por Migraciones de México y pernoctarán en una estación migratoria para ser conducidas luego a un albergue en la ciudad de Tapachula, a unos 40 kilómetros de Ciudad Hidalgo.
«¡Feliz, feliz, estoy feliz! ¡Al fin!», alcanzó a gritar Gina Paola Montes, de 21 años, mientras corría por el paso peatonal del puente fronterizo ya en territorio mexicano, el cual es custodiado por policías antimotines.
Montes es parte del primer grupo de migrantes al que se le permitió cruzar la puerta fronteriza.
Entre la emoción y el cansancio, una de las mujeres se desmayó provocando la preocupación y el llanto de los familiares que viajan con ella.
«Salí de una pesadilla», agregó Montes refiriéndose al improvisado campamento que habían instalado sobre el puente a la espera de cruzar la frontera hacia México.
Pero una vez dentro de territorio mexicano, la incertidumbre se renueva. Eva Hernández, una activista hondureña de 42 años, dice que la promesa es que recibirán permiso de refugiados y un lugar seguro donde quedarse.
«Más vale que encontremos ese albergue hoy», advirtió la mujer desde los barrotes de la reja fronteriza.
La oficina migratoria se ubica a unos 200 metros del puente internacional.
«Nos tienen con una doble esperanza: de darnos un permiso para poder movernos en Tapachula o de deportarnos; ahí solo Dios sabe, entonces tenemos esperanza y desilusión al mismo tiempo», dice Montes dejando atrás su entusiasmo inicial.
Resistiendo sobre el puente
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Los migrantes que permanecen sobre el puente, detrás del portón fronterizo, aún padecen calor y hambre que atizan su desesperación.
Más temprano, corrieron rumores de que un grupo intentaría entrar por la fuerza a la zona mexicana, repitiendo el episodio del viernes, cuando la policía contuvo con gases lacrimógenos y balas de goma una estampida de personas procedentes de la frontera con Guatemala.
La multitud trata de organizarse para evitar desmanes, con algunos jóvenes formando vallas humanas para impedir una nueva estampida. «¡El pueblo unido jamás será vencido!», gritan para animarse.
Otros lograron abrir una valla lateral metálica del puente y con sogas suben sacos con naranjas y otros alimentos, sobre todo para los niños, en desafío a la altura y la corriente del río Suchiate.
En algunos espacios del puente la basura y ropa sucia se acumula asediada por las moscas.
La primera noche de espera sobre el puente internacional transcurrió entre sobresaltos para los miles de centroamericanos hacinados cerca de la reja fronteriza.
“Mejor regresarse”
Ante la incertidumbre, algunas decenas de centroamericanos que estaban en la zona céntrica de la localidad guatemalteca de Tecún Umán optaron por regresar a su país en autobuses proporcionados por el gobierno.
El viernes, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, calificó el incidente en su frontera como «una situación inédita» y advirtió que su país no permitirá el ingreso a su territorio de manera irregular y «mucho menos de forma violenta».
El éxodo ha sido fuertemente criticado por el presidente estadounidense, Donald Trump, quien ha amenazado a Guatemala, Honduras y El Salvador con quitarles la ayuda financiera si no contienen la migración ilegal.
Los hondureños salieron en caravana hace una semana de la ciudad de San Pedro Sula tras una convocatoria publicada en redes sociales.
Se estima que más de 4.000 personas atendieron el llamado y en los siguientes días atravesaron Guatemala caminando y en cualquier vehículo que detuviera la marcha.
El presidente hondureño Juan Orlando Hernández anunció que habló con su par guatemalteco Jimmy Morales para enviar autobuses por aquellos migrantes que quieran regresar a Honduras.
«Es mejor regresarse, está muy duro, hay mucho desorden», dijo a la AFP Byron Rivera, de 25 años, quien esperaba subir a un autobús.
Un policía guatemalteco señaló que durante la madrugada unos 220 hondureños emprendieron el regreso a su país y otros 130 esperaban en un albergue de la municipalidad local.
Durante el trayecto, los hondureños pasaron largas jornadas de caminata bajo intenso sol y torrenciales lluvias.
Pero también han encontrado solidaridad en la población guatemalteca que les brindó alimentos, agua y refugio en albergues.