Es la comunidad más grande de San Juan Chamula, acá la coca y la cerveza no faltan ni cuando te mueres

Los ojos se impresionan al ver la bella comunidad, se llama Romerillo, está en San Juan Chamula y a las 9:00 de la mañana apenas se asoma el sol por lo espeso de las nubes de frío.

Los 12 grados de temperatura ya tienen frías las charolas de cervezas y las rejas de refrescos para los muertos y los vivos. La comunidad de indígenas comienza a inundar el panteón, ubicado en una lomita que en su centro se imponen 22 cruces de unos tres metros, cada una significa los parajes de Romerillo.

Los destellos de sol iluminan las tumbas que las y los tsotsiles adornan similares: sobre el amontonamiento de tierra y la cruz de la cabecera, esparcen juncia y desojan cempasúchil; antes quitan una tabla que acompaña la bóveda durante todo el año.

Foto: Samuel Revueltas
Foto: Samuel Revueltas

La tabla es singular en Romerillo, actualmente los lugareños explican que es donde tienden al muerto en tanto consiguen una caja que traen de San Juan Chamula; pero antes, esta tabla era el resultado del desprendimiento de la puerta y en ella velaban al muerto.

Hilario Pérez es uno de los primeros en llegar al Panteón; al costado tiene sus 15 charolas de cervezas y 15 rejas de coca cola, mercancía que le cuida a su mamá, la mera dueña del negocio. Hoy, todas las familias le colocan a sus muertos su coca, así los reciben.

Los bat’s recorren alegres con su música y su vestuario el camposanto, los listones de sus conos que llevan por sombrero le dan alegría al cementerio; aunque algunos prefieren los cuartetos de música norteña para recordar a sus difuntos.

Las familias llegan a desayunar desde temprana hora, beben coca cola, cerveza y chicha, un fermento de caña, mientras que las mujeres con sus rebosos como barrera intentan provocar fuego para encender velas e incienso, pero es difícil por el helado viento que recorre la mañana.

Algunos recuerdan a sus muertos con risas, otros todavía con llanto, hay quienes se pegan a la bóveda y les hablan de cerquita, unos más destapan las cocas y la esparcen en la tierra, vacían todo el contenido en la tierra, como para darle a su difunto el placer de esta bebida, que ha invadido su cultura.

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