Laura Castellanos *
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) cumplió 26 años desde su levantamiento, el 1 de enero de 1994, en medio de un proceso expansivo y de radicalización contra la construcción de los megaproyectos que ha anunciado el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y contra el aumento de la violencia hacia los luchadores indígenas y las mujeres.
Las cosas han cambiado drásticamente para la organización: hace un año, en el arranque del gobierno de AMLO, el EZLN manifestó estar aislado, pero ahora ha logrado extender su dominio territorial en el estado de Chiapas, ha surgido como la voz más potente contra los megaproyectos del Estado, y también como inspiración de la nueva generación feminista que enfrenta la espiral de feminicidios y crímenes contra las mujeres en el país.
Francisco López Bárcenas, autor de 14 libros de derechos indígenas y luchas campesinas, me dijo que el zapatismo es hoy la oposición mexicana más consolidada, distinguida por su postura anticapitalista, y con una apuesta de cambio profundo a largo plazo.
El resurgimiento zapatista se debe, en parte, a su férrea oposición a los megaproyectos de AMLO, como el Tren Maya en la Península de Yucatán, o el Corredor Transístmico que conectaría industrialmente a los océanos Pacífico y Atlántico, pues considera que devastarán el territorio indígena en beneficio de los grandes capitales.
En su reciente evento de aniversario, el 1 de enero de 2020, el EZLN retó a AMLO al señalar que sus filas están dispuestas a dar la vida en la lucha en contra de sus megaproyectos, a lo que el presidente respondió que la organización estaba mal informada y que él no afectará a las comunidades indígenas.
AMLO parece desconocer —o desdeñar— que los pueblos originarios en México no son los mismos que cuando fue director del Instituto Nacional Indigenista en el estado de Tabasco, a fines de los años setenta: cambiaron con la insurrección zapatista y ahora sus luchas trascienden a la propia organización.
Es significativo que, el mismo día del aniversario del EZLN, la robusta red de resistencia pacífica llamada “El Istmo es nuestro”, creada a fines de los años noventa en el estado de Oaxaca contra un proyecto similar al del Corredor Transístmico, se reactivara pero ahora contra el gobierno de AMLO.
Entre las organizaciones aliadas a esta red está el Congreso Nacional Indígena (CNI) —un frente de resistencias contra megaproyectos del que el EZLN forma parte—, el cual acaba de denunciar que, el año pasado, 11 de sus integrantes fueron asesinados en cuatro estados del país por defender su territorio.
Esta violencia llevó a la dirigencia del EZLN, en voz del comandante Tacho, a advertir a AMLO que “nuestra autonomía la defenderemos sin importar la muerte, el encarcelamiento o la desaparición”. Agregó que recurrirán a “todas las formas posibles de lucha”, aunque sin precisar cuáles.
En 26 años, el zapatismo ha luchado de todas las formas por los derechos indígenas y también ha mostrado una asombrosa capacidad para reinventarse ante retos, fracasos y traiciones, como lo documenté en mi libro Crónica de un país embozado 1994-2018.
En 1994, el EZLN se dio a conocer ante el mundo a través de la vía armada, apoyada por una movilización civil que le exigió al gobierno crear una mesa de diálogo, por lo que el Ejército Zapatista debió conformarse como un movimiento social.
El EZLN apostó después por la vía legislativa para que se reconociera el derecho a la autonomía indígena, y firmó los Acuerdos de San Andrés, que fueron también suscritos por el gobierno y los partidos políticos, quienes al final aprobaron una ley alterna en 2001. La autonomía indígena que exigía implica no solo la defensa del territorio y sus ecosistemas, sino también la de sus lugares sagrados, su conocimiento ancestral y sus sistemas de autogobierno.
Después de la aprobación de esa ley, que el EZLN consideró una traición política, rompió toda relación con el gobierno y erigió sus propios sistemas de gobierno, justicia, educación y salud, fuera de las instituciones oficiales. Construyó escuelas, clínicas y proyectos productivos, de forma autogestiva, donde no los había.
En su última apuesta, en 2017, el EZLN pasó de una posición antielectoral a apoyar a la indígena nahua y vocera del CNI, María de Jesús Patricio, mejor conocida como Marichuy, para su postulación a una posible candidatura presidencial de carácter independiente en las pasadas elecciones.
Optar por la vía electoral le costó al EZLN el distanciamiento de algunos de sus seguidores y, al final, Marichuy no logró reunir las firmas requeridas para su registro electoral. Mientras que AMLO y su partido, Morena, lograron un récord histórico del voto indígena en su triunfo.
Pero el EZLN revirtió rápidamente su fracaso y en agosto de 2019 anunció que sus centros administrativos de gobierno autónomo, llamados Caracoles, pasarían de cinco a 12. Amplió a su vez su dominio territorial, de forma inédita, a comunidades de Motozintla, Chicomuselo y Amatitlán.
El movimiento también está siendo descubierto por una nueva generación: en diciembre de 2019 realizó su Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan y reunió a 3 259 de ellas, provenientes de 49 países.
El EZLN tiene ahora el reto de fortalecer su resurgimiento ante una geografía política nacional que luce deshilachada, en la que Morena, el partido gobernante que arrasó electoralmente, no se asume de izquierda, según su presidenta Yeidckol Polevnsky.
El futuro del movimiento depende de cómo AMLO —y los gobiernos estatales y municipales en donde se construyen o planea construir los megaproyectos— encaren la desafiante pregunta que el subcomandante Moisés hizo durante el aniversario del EZLN: “¿Están dispuestos los malos gobiernos a tratar de destruirnos al costo que sea, a golpearnos, encarcelarnos, desaparecernos y asesinarnos?”. La respuesta aún está en suspenso.
* Laura Castellanos es periodista independiente y autora del libro «Crónica de un país embozado 1994-2018″.
El texto original puede verse en: https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2020/01/07/el-ezln-ya-es-un-adversario-mayor-para-amlo/?utm_campaign=wp_opinion-es&utm_medium=social&utm_source=twitter