La señora María Luisa Tomasini envió una carta en junio de 1995 al Subcomandante Marcos en la que le proponía ser la “abuelita de los zapatistas”, y fue aceptada su propuesta

María Luisa Tomasini, la “abuela de los zapatistas”, falleció el pasado 5 de octubre a los 97 años de edad en Tapachula, informó su hija, María Eugenia del Sordo Tomasini.

Cuando el alzamiento armado del EZLN de 1994 su madre narra María Eugenia, vivía en San Cristóbal de Las Casas, y el 9 de junio de 1995 le envió una carta al Subcomandante Insurgente Marcos en la que le proponía ser la abuelita de los zapatistas.

El 18 de junio de ese año, Marcos le respondió en una carta dirigida al periódico Tiempo, de San Cristóbal. 

El texto es el siguiente:

“A la «Abuela» María Luisa Tomasini

18 de junio de 1995.

A María Luisa Tomasini:

Periódico Tiempo, San Cristóbal de Las Casas

Abuela:

Recibimos su carta del 9 de junio de 1995. Por supuesto que ha sido aceptada como «abuelita» de todos nosotros. Agradecemos su apoyo. La edad no es impedimento para luchar por la democracia, la libertad y la justicia en el mundo. El único impedimento es la falta de vergüenza y de dignidad. Para estar con nosotros no se necesita ser joven sino ser humano, así que no hay que apenarse por la edad (yo, por ejemplo, tengo ochenta y seis años y ya ve usted, soy más joven que Fidel Velázquez). Después de todo, la edad no es más que un montón de calendarios guardados en la piel… pero no en el corazón.

Vale, abuela. Salud y que las lágrimas sean, un día, motivo de risa.

Desde las montañas del Sureste mexicano

Subcomandante Insurgente Marcos”.

Del Sordo Tomasini dijo que todavía el pasado mes de diciembre, el dirigente zapatista le envió con su hija, el siguiente texto, escrito a mano:

“14/dic/19. Para mi gran abuelita Tomasini. Aun a la distancia en tiempo y geografía, su nieto la extraña, la abraza y la recuerda como siempre, es decir, a nuestro lado”. El texto está firmado por: Subcomandante Insurgente Marcos y Subcomandante Insurgente Galeano.

Ese texto, explicó, un sobrino de la “abuelita de los zapatistas” lo imprimió en una camiseta que le regaló y que doña María Luisa usó casi hasta sus últimos días. 

“Estuvo con los zapatistas hasta morir. Apoyó hasta donde pudo y murió convencida de que había que hacer la revolución”, compartió María Eugenia.

Agregó que doña María Luisa a pesar de que de niña y de joven tuvo una vida pequeño-burguesa, se involucró en las luchas de izquierda cuando conoció a la familia de Narciso Bassols, abogado, político e ideólogo mexicano de la época postrevolucionaria, que ocupó los cargos de Secretario de Gobernación y Educación Pública.

Nació el 7 de abril de 1923 en un ranchito llamado La vega de los gatos, en el municipio de Tapachula, y a los 2 o 3 años se mudó a la finca denominada Quién sabe, que adquirió su papá, donde pasó su infancia.

Con Clementina Batalla, entonces viuda de Bassols, María Luisa viajó a la entonces Unión Soviética y a la República Democrática de Alemania. También viajó a Cuba, donde estuvo con Fidel Castro y Ernesto el Che Guevara, a quien le dio la mano cuando triunfo la revolución de 1959.

A los 13 años, relató que su madre se fue de Tapachula a la ciudad de México con su familia y se establecieron en la colonia del Valle. “Ahí tuvo mucho acercamiento con la familia de Narciso Bassols. Fue muy inquieta siempre y por su cuenta empezó a quitarse tapujos y cosas que decía le habían metido en la cabeza; empezó a desaprender, dejó de ser burguesa y se metía por todos lados”.

Su madre, Manuela Velázquez -que toda su infancia fue pastorcita-, era de origen mam, de Motozintla, y su abuela y bisabuela eran tapiscadoras de café, por lo que iban y venían de Guatemala. Su padre fue Francisco Tomasini Canosi, originario de Córcega, ahora perteneciente a Francia.

A mi madre señaló María Eugenia, “la acabaron tristeza, la soledad y la angustia de ver el mundo como está. Estaba lúcida. Oía las noticias. Tenía mucho coraje. Hace poco todavía cuando le dije: ‘¿qué vamos a hacer?’, ella grito sin pensarlo: ‘¡La revolución!’. Casi fueron sus últimas palabras.

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