Por Gabriela Coutiño, Ángeles Mariscal, Samuel Revueltas, Andrés Domínguez, Isaín Mandujano, Erick Ordoñez y Gustavo Caballero
Hijos, hijas, hermanos, esposas, nueras, sobrinas y hasta nietos, son los nuevos rostros de viejos caciques; son familias que mantienen el poder político, económico y del territorio. Algunas desde hace al menos un siglo, otras de reciente y violenta irrupción, todas usan el mecanismo electoral y al sistema de partidos, en inútiles intentos por legitimizarse; porque ahora, al igual que antes, su método sigue siendo la imposición.
¿Quiénes son esas familias?
Cada región tiene a sus caciques locales, algunos logran trascender al ámbito estatal y nacional; en este reportaje sólo damos algunos ejemplos, de cara a las elecciones del 6 de junio. No son todas las familias caciquiles, le toca, a cada comunidad, a cada pueblo, reflexionar y narrar su historia; quizá intentar cambiarla.
En Yajalón, los de horca y cuchillo
Yajalón es tierra de caciques de horca y cuchillo. Lo fue antes, y lo sigue siendo ahora. En el libro Antigua palabra narrativa indígena ch’ol, Jesús Morales Bermúdez narra que en esta región, durante siglos, se han realizado bodas entre hijas e hijos de terratenientes, para generar alianzas que hereden el poder y la riqueza; riqueza generada -décadas atrás- de la explotación indígena que trabajaban, en condiciones de semiesclavitud, en las fincas de café.
Desde mediados de siglo XX, el poder y la riqueza ya no vino solamente de las haciendas cafetaleras -que empezaron a decaer, principalmente, por los movimientos emancipadores de los grupos campesinos y por la caída de los precios-, sino de la variedad de negocios que se realizan al amparo de los cargos municipales.
Por ello, la lucha de las familias de caciques se extendió al ámbito electoral. Los Pinto son ejemplo de ello. La siguiente cronología detalla los momentos en que han ocupado el cargo de presidentes municipales; habla por sí misma.
Alfredo Pinto Aguilar busca ahora reelegirse como presidente municipal, un cargo que por generaciones ha ocupado su familia y que, de ganar la elección del 6 de junio, lo colocaría a él, por cuarta ocasión, en la silla presidencial de Yajalón; silla que su familia ha vestido de los colores del partido hegemónico en turno, ahora con el tinte de MORENA.
Los Pinto bien caben en lo que Jesús Morales Bermúdez narra sobre los siglos XIX y XX, “… (los caciques) se baleaban tanto y se mataron entre ellos, y mataron a indios e indias, en una imposición de terror, por las luchas del control del aguardiente (en ese entonces de venta ilegal), de la riqueza y del poder. Y fue tanta la guerra que se hicieron entre ellos, que mejor se pusieron de acuerdo y así, pacíficamente, es como llegaron a la prosperidad”.
La suya, es la historia antigua, y la historia actual de Yajalón.
Los Kanter, clasismo y racismo hecho gobierno
Jorge Constantino Kanter fue la imagen del sector de ganaderos y rancheros de Altamirano, Comitán y Las Margaritas, que férreamente se opusieron a la revuelta del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Encabezó marchas de protesta exigiendo que el Ejército Mexicano entrara a la selva a combatir a los rebeldes que se habían posesionado de las propiedades donde hasta 1994 eran peones acasillados.
En esa época se hizo famoso por decir en voz alta lo que su clan piensa: “vale más la vida de un pollo, que de la de un indígena”.
La revuelta zapatista le arrebató algunas propiedades, pero no el poder político de la región, que comparte con su familia.
Los Aguilar, entre el desprecio y la usurpación
De Roberto Aquiles Aguilar Hernández se puede decir que es un ranchero que traslada los modos que se utilizan en el campo, a su vida en la política. Su tono, sus palabras, su forma de ver a la ciudadanía, hace pensar que para él, todos son peones, o ganado, y que lo único que le merece elogios son el gobernador en turno. Es el cacique de Ixtapa.
Cuando en 2014 Agustin Gómez Perez, un indígena campesino de ese municipio, se inmoló afuera del Congreso, buscando justicia, Roberto Aguiles, entonces diputado de Chiapas, lo acusó de “no entender las cosas”, de ser “radical”.
Aguiles aprovecha cada oportunidad que le dan los discursos públicos, para demostrar su sumisión hacia el poder en turno, quien sea quien lo ejerza. Las mismas loas las dirigió a Juan Sabines Guerrero, que a Manuel Velasco Coello.
El desprecio que los Aguilar sienten hacia los grupos campesinos e indígenas, no les impide usurpar los espacios y los logros de este sector de la población.
Para el proceso electoral de este 2021, Iris Adriana Aguilar Pavón, la hija del cacique, se registró a través del PRI, para participar en el proceso electoral a la Diputación Federal, y contender como diputada federal por el Distrito 2, con cabecera en el municipio de Bochil (vecino de Ixtapa). Ese Distrito electoral de acuerdo con la normativa establecida por el Instituto Nacional Electoral (INE), este Distrito es de mayoría indígena, y por lo tanto quienes lo representen deben ser indígenas.
Para los Aguilar, sus hijas, yernos, cuñados, suegras, los indígenas y campesinos son monedas de cambio… y de uso.
La nueva casta, los León Villar van con todo
De vendedores de queso en Pijijiapan, saltaron a San Cristóbal de Las Casas, donde fundaron la organización Unión Nacional Lombardista. Luego se volvieron a perder en la nada, hasta que el sexenio de Manuel Velasco Coello, reaparecieron súbitamente, ocupando secretarías, diputaciones, regidurías; ahora tienen un escaño en el Senado, y hasta un consulado en California. Son los León Villard.
Oscar de León es originario del ejido Echegaray, municipio de Pijijiapan, donde vivió durante su juventud, produciendo y vendiendo queso. Se casó con Dora Luz Villard Montes, también habitante del municipio. Procrearon ocho hijos, y a principios de la década de 1990, se fueron a vivir a San Cristóbal de Las Casas.
En esa ciudad se asentaron en el barrio Santa Lucía, y desde ahí dirigieron la Unión Nacional Lombardista, una organización que en ese tiempo fue acusada de constituirse como grupo de choque al servicio del entonces gobierno de Julio César Ruiz Ferro.
En 1998, durante el gobierno de Roberto Albores Guillén, Oscar de León fue detenido en el barrio de La Hormiga, un barrio conocido en la región por los negocios de venta de productos ilícitos.
El líder del clan fue acusado de varios delitos, entre ellos robo de vehículos, robos a casa habitación y otros que también arrastraron a la cárcel a su hijo Yumaltik, y a algunos indígenas tsotsiles originarios de San Juan Chamula, que habitan en La Hormiga.
Pasó una década en la que no figuraron en la esfera pública, también se fueron de San Cristóbal. Al regresar, esos ocho niños que vivían en la casa del barrio Santa Lucía, empezaron a figurar al amparo del entonces gobernador Manuel Velasco Coello, ya con cargos públicos.
Estos son algunos
Fitzgerald de León Villard no asistía a las sesiones de cabildo, pero cuando fue regidor, fue premiado con 4 millones 797 mil 371 pesos divididos en cuatro contratos de obra pública por la rehabilitación de drenaje sanitario de las avenidas Historiadores y Sociólogos de la colonia Prudencio Moscoso y por la rehabilitación del drenaje sanitario de la calle Filomeno Mata de la colonia Insurgentes. Los contratos que salieron a nombre de Grupo Orampa S.A DE C.V, según los expedientes SCLC/DOP/FISMDF/082/2016.
Otras obras que le fueron asignadas a Fitzgerald salieron a nombre del Grupo R.C.A Construcciones y Servicios S.A. DE C.V. por rehabilitación de drenaje de la calle Josefa Ortiz de Domínguez en la colonia Insurgentes y en la calle Lirios de la colonia Jardines del Carmen.
Entre las empresas propiedad de la familia, se encuentra Narcisa Service S.A de C.V, que tiene como socio a Yumaltik de León Villard, y como representante a Pasha de León Villard.
Sasil Dora Luz de León Villard podría haber sido la pieza para entrar al clan de las familias de caciques que gobiernan; ella fue asistente personal de Leticia Coello, madre del ex gobernador Manuel Velasco. Su siguiente cargo, luego de esa relación en la que hasta se le quiso vincular sentimentalmente con el ex gobernador -ella misma filtraba la versión de que era su novia-, fue como titular de la Secretaría para el Desarrollo y Empoderamiento de las Mujeres (Sedem); de ahí su carrera y la de su familia, fue en aumento.
Oscar de León y Dora Luz Villard, se mantienen de bajo perfil.
El Partido del Trabajo, cacicazgos partidistas
No se puede decir que son una familia de sangre, pero si una familia caciquil unida por un partido, el Partido del Trabajo (PT). El PT nunca ha despegado, se mantiene como partido satélite de los movimientos de izquierda, que postula en cargos de elección popular a sus cuadros de décadas, encabezados por Francisco Amadeo Espinosa Ramos, quien para las elecciones del 6 de junio ocupa en la posición número dos de las listas para diputado plurinominal.
Con esta, Amadeo Espinosa será la tercera vez que asume una curul federal; entre 2001 al 2003 fue también diputado local. Comparte con su hijo del mismo nombre, Amadeo Esìnosa, a quien se pasa la estafeta en la representación en el congreso.
El PT lleva también en sus listas al profesor Héctor Hugo Robledo Gordillo, quien ha sido regidor, diputado local, luego diputado federal del 2012 al 2015 y su suplente Carlos Mario Estrada, es actual dirigente estatal del partido, también diputado local. Su hijo, de Jesús Robledo Catalán, fue tercer regidor en Tuxtla, ahora contiende por otro cargo.
Los clancitos
En los municipios pequeños también los clanes se imponen. Emiliano Zapata (20 de Noviembre)
Amador Moreno Ruiz es el actual presidente municipal; su hija, Alejandra Moreno Ruiz, es la candidata al cargo. La quiere heredar. A ella o a su sobrina, Marta Elvi Ruiz Montero, candidata de MORENA, y regidora por nueve años en ese ayuntamiento.
En Tecpatán, Jorge Guzmán López, padre de la alcaldesa Patricia Guzmán Arvizu, es el nuevo candidato. Quiere, ahora sí, tener la titularidad y dejar de estar detrás de la cortina.
En cada municipio, las historias de familias se repiten.
La “gran familia chiapaneca” sobrevive en sus retoños
Estos son la clase política de apellidos y descendencias “ilustres”, son las familias dan como un hecho, el estar “destinadas” a mover los hilos del poder; sus descendientes quieren ocupar los cargos de sus padres, tíos y abuelos.
Son el reflejo de la debilidad institucional chiapaneca, que al mismo tiempo hace sempiterna la pobreza y la desigualdad de sus ciudadanos. Representan la continuidad del atraso, del subdesarrollo y la desigualdad ¿O cómo explicar que por generaciones han gobernado, sin que haya un cambio profundo en la población del estado?
Son parte del círculo vicioso de los cacicazgos y la política chiapaneca, a la que la credibilidad no le importa, mientras sigan teniendo el control, y la riqueza producto del despojo y de los negocios, ahora tan de la mano de grupos delincuenciales.
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