La familia busca esclarecer los hechos
Fredy Martín Pérez.
Comitán de Domínguez, Chis.- Erick David Hernández, de 27 años de edad, ingeniero electricista se contagió de Covid en la oficina de supervisión de obras de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), de Juchitán, Oaxaca, a principios de junio, como sucedió con otros de sus compañeros, pero un mes después de haberle ganado la batalla al virus, prepararse para regresar a casa, sufrió un accidente en el baño de la clínica donde estaba internado y no logró sobrevivir al golpe que recibió en la cabeza.
El 2 de junio le llamó a su hermano Gerardo Hernández, para informarle que era el tercero del área de construcción de la oficina de la CFE de Juchitán, que había dado positivo al Covid, pero aunque no sentía síntomas graves, pidió que fueran por él para estar al lado de su familia, porque temía que al viajar en un autobús de la ADO hacia Tuxtla, contagiara a pasajeros.
Un día después, Gerardo agarró su auto para recorrer más de cuatro horas de Tuxtla a Juchitán, pero cuando llegó a la puerta de la casa donde su hermano vivía, el joven contagiado de Covid le dijo que no bajara de la unidad, porque “ya tengo mis cosas arregladas y en un momento me subo al auto. Ya nos vamos”, explicó el joven que había llegado en marzo a Juchitán.
Por la noche de ese 3 de junio, Gerardo y Erick habían llegado a la casa de sus padres, Sergia Hernández y Roque Hernández, pero ante el temor de que fueran contagiados de la enfermedad, porque son diabéticos, la familia consideró que lo conveniente era mejor viajar otros 238 kilómetros hasta el ejido Paso Hondo, en Frontera Comalapa, donde Erick permanecería bajo vigilancia de su tía la enfermera Judith Hernández.
Una vez instalado en Paso Hondo, de donde son originarios sus padres, Erick recibió una llamada de sus jefes que le decía que solo tenía 15 días de incapacidad y una vez repuesto de la enfermedad tenía que presentarse a laborar, pero aun enfermo realizaba homeffice desde la casa que se ubica en la frontera con Guatemala.
El 4 de junio, con la ayuda de su tía y hermano, Erick fue trasladado a la cabecera municipal de Frontera Comalapa, donde un médico lo observó y le dio medicinas para enfrentar la enfermedad, que parecía hasta ese día sin ninguna complicaciones, porque veía series de Netflix, realizaba video llamadas con sus padres y su novia. Bromeaba y a veces comentaba que le permitieran compartir alguna película para que él la viera en el televisor que tenía en su recámara.
Judith mantenía a su sobrino bajo vigilancia permanente para checar su temperatura y oxigenación, pero cuando empezaron a bajar los niveles de oxigenación, entonces Erick lo trasladan hacia la clínica Covid de Comitán, a 85 kilómetros de distancia.
Cuando el joven ingeniero eléctrico egresado hace un par de años del Instituto Tecnológico de Tuxtla llegó a la clínica ubicada en el Hospital ISSSTE de Comitán, firmó los documentos de ingreso sin ningún problema. “No se preocupen, todo va salir bien”, dijo el joven a su tía y hermano, que desde ese momento permanecieron en guardia afuera del hospital durmiendo solo unas horas en el auto.
Durante algunas ocasiones en el mes de junio, Erick pudo comunicarse a través de video llamadas con su hermano Gerardo, con el que bromeaba y le decía que pronto iba a regresar a su casa para seguir su recuperación.
Casi un mes después de haber sido hospitalizado, Erick estaba listo para volver a casa y se le veía sonriente y de buen ánimo. Una enfermera le dijo a Gerardo que lo abordó en la entrada a la clínica, que necesitaba insumos de higiene para bañar a su hermano, porque estaba próximo a ser dado de alta.
De lo que pasó el día que Erik lo bañaron solo la enfermera sabe qué es lo que pasó, porque cuando regresó a su casa y se comunicó con su hermano Gerardo, el joven “tenía la mirada perdida. Parecía drogado”, dice.
A partir de ese momento, Erick que estaba próximo a contraer nupcias con una joven de Tuxtla, dejó de comunicarse con su familia y cuando Gerardo quiso hablar con el director de la clínica para saber qué le había pasado a su hermano, no lo consiguió y después de varios días de insistir, una enfermera le dijo el 8 de julio, que “Erick se había caído al querer saltar un barandal”.
Durante todo unes que Erick, estuvo internado en la Clínica Covid le pedían medicamentos y suplementos alimenticios que iban de mil 200 a cuatro mil pesos al día, pero las enfermeras insistían que deberían llevar al joven a casa.
El 11 de julio, Erick dejó la clínica Covid, pero por sugerencia de los médicos debía permanecer cerca del hospital para mantenerlo en vigilancia, pero cuando llegó a la casa que había rentado su familia, reconoció a su hermano al que le preguntó por su hija: ¿Dónde dejaste a Fer? y entre palabras entrecortadas dijo que quería ver Netflix, pero antes de dormirse soltó: “¡Pinche vieja!”, para referirse a la enfermera que lo dejó caer cuando lo bañaba. Desde ese momento ya no habló.
Cuando Judith acostó a su sobrino en la cama, pudo ver que tenía un golpe en la parte trasera de la cabeza, con una hematoma, que aun emanaba sangre.
Ahí Judith y Gerardo supieron que Erick había tenido una caída en la clínica. “Se les pudo haber caído. Solo los médicos y enfermeras saben lo qué pasó”, explica Gerardo.
A la pocas horas, Erick cayó en paro y mientras llegaban los paramédicos, Gerardo y Judith procedieron a trasladarlo de nuevo a la clínica ese mismo día 11, donde fue intubado y le practicaron un encefalograma donde confirmaron que ya no tenía actividad cerebral.
El 23 de julio a las 16:10 horas, los médicos comunicaron a Gerardo que su hermano había fallecido.
Sergia Hernández, madre de Erick ha interpuso una demanda ante la Fiscalía General de la República (FGR) para pedir justicia por el fallecimiento de su hijo, porque no quiere que vuelva a repetirse un hecho como este. “Este doloroso caso para nosotros no debe quedar en la impunidad y debe sentar precedentes”, acota.
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