Fredy Martín Pérez.
San Juan Chamula, Chis; 1 de noviembre.- Con ferviente dolor, los tzotziles manifiestan con oraciones, comida y flores, su cariño para sus fieles difuntos, que desde el amanecer, se han congregado en las tumbas para encender candelas, colocar frutas en los montículos o tirar copitas de posh (aguardiente) y refresco de cola sobre la tierra que cubre los despojos de sus seres queridos, que con esmero adornaron de pétalos de flores de diversos colores y ramas de pino.
En una tumba, un grupo de mujeres permanece de rodillas para rezar en voz baja, pero una de las mujeres no puede contener su dolor y llora incansablemente. No muy lejos, las canciones de una banda de viento resuenan con fuerza.
Al amanecer, los chamulas llegaron al panteón que se ubica en el antiguo templo de San Sebastián, para llevar frutas, flores, velas, aguardiente, refrescos de cola y cerveza, mientras grupos de mariachis, bandas de música de viento y grupos de música norteña caminan en los alrededores para ofrecer sus canciones a los familiares de los fieles difuntos.
Los dos integrantes de Los Andariegos, grupo de música norteña llegaron desde El Paraíso El Grijalva, en el municipio de Venustiano Carranza, para ofrecer sus canciones a los familiares de los fieles difuntos, pero los tzotziles prefieren temas como Un puño de tierra y El mero día de San Juan, también conocido entre los lugareños como el corrido del 24 de junio, aunque algunos tzotziles ya tienen sus propias canciones.
Un mariachi del municipio de Ixtapa, llegó al amanecer a San Juan Chamula, para ofrecer sus canciones a los tzotziles, a cien pesos por corrido. Una familia les pagó 30 canciones para recordar al difunto.
En la tumba de María Méndez Tz’otz’c, fallecida el 24 de agosto de 1995, sus familiares colocaron ramas de árboles de pino y esparcieron juncia a granel, como lo han hecho todos los tzotziles. Una joven y su padre han tiraron copas de aguardiente y una Coca Cola sobre la tierra, donde también colocaron dos naranjas y otras las partieron.
El hombre que viste un chuj (cotón) de color blanco tiene dificultad para encender las candelas de color blanco y marrón que servirá para alumbrar el camino del difunto para que vuelva a casa este 1 de noviembre. “Hay mucho aire”, dice el tzotzil que se regocija cuando se aviva el fuego y explica que la ventisca se debe al mal tiempo. “Quiere llover; pero ayer llovió…”.
Un mariachi no cesa de entonar canciones en la tumba de Javier López Pérez, fallecido en 1982, personaje que ocupó varios cargos en el ayuntamiento y que fue hijo de Salvador López Castellanos conocido como Tuxum, que en los años 40 del siglo pasado aprendió a leer y escribir y que lo llevó a ocupar la secretaria general del Sindicato de Trabajadores Indígenas, que agrupó hasta 15 mil chamulas.
Estela López, nieta de Tuxum cuenta que su abuelo falleció a los cien años de edad, pero desde hace ya casi cuatro décadas han venido al panteón a recordar a su padre, con flores, comida y canciones.
A 20 metros de la tumba de Tuxum está la capilla donde están los restos de Mariano Gómez Ruiz, fallecido en marzo de 1992, uno de los tzotziles que ocupó diversos puestos en el ayuntamiento.
Desde muy temprano, los tzotziles llegaron al cementerio a bordo de camionetas de lujo como Jeep tipo Sahara, Toyota, Ford y los más sobrios, en Volkswagen tipo Jetta y Pointer, donde transportaron frutas y rejas de refresco de cola que apilan a un lado de las tumbas.
Al medio día, algunos de los tzotziles parecen estar rendidos por el abundante consumo de cerveza y aguardiente, pero deben esperar que las almas de sus files difuntos retornen a casa para servirles tazones con caldo de pollo y res y atole agrio.
A pocos kilómetros de San Juan Chamula, en Zinacantán el templo de San Lorenzo, todo el día las campanas no han dejo de doblar, en memoria de las almas que han regresado a las casas donde vivieron y donde sus familiares han levantado altares en su memoria.