Por: Enriqueta Burelo
Somos estadísticas, vamos a dejar de ser estadísticas, cuando se haga justicia, soy una sobreviviente que quiere justicia. “Yo no quería ser defensora, yo era una morra que quería vivir su vida y no me permitieron vivir”
El 9 de septiembre de 2019, nos sorprendió la trágica noticia de que una talentosa saxofonista oaxaqueña María Elena Ríos, había sido agredida bestialmente, cuando un hombre le lanza una cubeta con ácido al rostro, al pecho, a los brazos y las piernas. Tenía 26 años. A partir de eso momento inició un viacrucis para la artista que aun no culmina.
Han pasado casi tres años y la joven sigue teniendo que ir a un centro médico de la Ciudad de México donde recibe sus tratamientos. “Yo no voy a los doctores por vanidad, me tienen que poner anestesia general para el dolor todavía”, detalla.
Su agresor intelectual es el empresario y exdiputado local del PRI Juan Antonio Vera Carrizal, quien se entregó a las autoridades unos meses después del ataque debido al cerco mediático y policial en su contra. Vera y Ríos habían mantenido una relación personal, en la que la joven sufrió violencia de género.
Escuchamos de viva voz de la joven artista, su calvario y sus reflexiones, en una conferencia impartida el 17 de noviembre el Centro Cultural Jaime Sabines a invitación de la CTM, el «Pacto por la Sororidad», «Comisión Ejecutiva de Atención a Victimas y Fundación Unidad y Trabajo».
Nos cuenta que ella es mixe, que desde siempre quiso ser saxofonista, que batalló para ser admitida en las escuelas de música y en los grupos, el acoso por parte de docentes hizo que en muchas ocasiones titubeara sobre si seguir su carrera musical, menciona que no era feminista, nunca participó en marchas ni pronunciamientos; pero que hoy agradecida por todo el apoyo que recibió de las organizaciones, se ha incorporado al movimiento.
Un tema que en especial me llamó la atención, cuanto habló de la «blanquitud», que debe ser considerado como un nuevo elemento o categoría en los análisis de género. Ella lo ha manifestado en diversas ocasiones, como cuando fue informada sobre su inclusión en el listado de la revista Forbes sobre las mujeres más poderosas de México. «Me siento contenta, porque este tipo de publicaciones siempre han sido espacio para mujeres blancas.
«Te aplasta el peso de ser mujer, de ser indígena y te denigran por ello. A mí me ha pasado incluso en la Secretaría de Gobernación, sé cómo me miran por usar huaraches, y eso te obliga blanquearte, a presentarte diferente, ir con botines o con tenis» comenta.
Sus palabras me hicieron investigar el tema, desde la belleza, existe un mercado global de productos para el aclarado de la piel. Grandes marcas, comercializan este tipo de productos enfocados a tratar manchas en la piel e hiperpigmentación. A pesar de ello, el empleo de estos productos, que suelen ser usados por mujeres negras o de tez oscura con el objetivo de conseguir una tez más blanca. Además, los productos de «skin bleaching» suelen contener ingredientes perjudiciales para la salud de los cuales el público no suele ser consciente o lo son y asumen los riesgos del «tratamiento».
En el año 2017 tuvieron lugar dos escándalos mediáticos que involucraban a las marcas Dove y Nivea por anunciar productos de limpieza corporal utilizando el cuerpo de una persona negra como el «antes» y una persona blanca como el «después». Esto causó un revuelo importante en redes sociales y ambas empresas se disculparon a través de un tweet que no convenció a la comunidad de internet.
Cuando un indígena se convertía en mestizo o «cholo» en Ecuador se le denominaba “blanqueamiento”, esto se daba cuando existía migración del campo a la ciudad y durante ese proceso se perdía la identidad del indígena como la vestimenta, su lenguaje y sus costumbres.
La «blanquitud», como un bien social de prestigio, se puede vender y adquirir: en forma de cursos de idiomas europeos, ropa de moda internacional, productos cosméticos para lograr un aspecto adecuado, diplomas de universidades internacionales; también se asocia con las instituciones culturales y académicas de prestigio, con las “bellas artes”, con el uso “correcto” del idioma español, etcétera, señala Federico Navarrete en su artículo «La blanquitud y la blancura, cumbre del racismo mexicano».
La charla con Elena Ríos, fue muy rica en reflexiones, en tanto que nos volvía a traer al día la agresión sufrida por la saxofonista, y que todavía no se ha hecho justicia; todavía sigue siendo una estadística como indica ella, el tema de la reforma el artículo 6 de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de violencia, que establece como violencia física los actos que se comentan en contra de mujeres haciendo uso de sustancias corrosivas o tóxicas, como los ataques con ácido y finalmente la blanquitud, una situación sobre la que poco se reflexiona y que es un elemento adicional a la violencia de género que ha vivido la artista en diversos ambientes.
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