Por Enriqueta Burelo
Uno de mis pasamientos favoritos de mi época decembrina es repasar, porque regularmente son las mismas, películas gringas navideñas, que derriten miel y una termina empalagada, lo bueno es que este proceso es una vez al año y como otro de mis pasatiempos predilectos es la lectura de novelas policiacas, se daba un contraste brutal, mientras que vemos a la millonaria Lindsay Lohan sufriendo amnesia en Navidad a Golpe y enamorándose de un simple mortal, nos enfrentamos junto al detective Anders Knutas a terribles crímenes que suceden en la isla sueca de Gotland, me confieso fanática de Mari Jungstedt, Assa Larson y Camilla Lackberg, un trio que ha desbancado a Ellery Queen, Simenon y Arhtur Conan Doyle de mi biblioteca.
Lo curioso es que estos romances suceden en parajes ajenos a nuestro entorno, donde la nieve, las ciudades atiborradas de esferas, luces, arboles, dulces, y temperaturas bajo cero, mientras que aquí si bien nos va una onda fría baja la temperatura a 20 grados y ya estamos a punto de congelación, menos que podamos verlas con chocolate caliente y malvaviscos, lo más que podemos es cafecito y galletas o una cubita y cacahuates de Jiquipilas o trocitos de quesillo de Pijijiapan.
Pero los malvaviscos y turrones no son el tema, nuestro tema es el amor, esa palanca, mas fuerte que la de Arquímedes y que mueve al mundo, quiero enamórame aunque sea de uno pobre, ya la veo a los tres meses, enojada porque ya dejo de mantener hijos, para mantener a un galán, u otra amiga universitaria, donde la mayoría de los docentes son casados, o alguno que otro divorciado, y comenta, ni una propuesta indecorosa me han hecho, sintiéndose Demi Moore, una amiga señala yo quiero tener una pareja que me invite, ya que no he disfrutado de esa sensación, en mi caso tal vez soy una rara avis, me encanta la sensación de tener paga en mi bolsa, producto de mi trabajo, de una tanda, aguinaldo, sacarme la lotería y poder satisfacer por mi misma todos mis caprichos.
Veo a mujeres que rondan por los 40 años exponiéndose a quedar en la plancha al hacerse un manga o un bypass, las clínicas de rejuvenecimientos de células madres, yo digo, no serán mejor las células hijas, la producción: plancha, maquillaje, luces, acción diría yo, para que un condenado macho se fije en ti.
Una de las ironías de la vida es que las mujeres podamos responder con tanta compasión y comprensión a la vida de otros y permanecer tan ciegas a (y por) el dolor en nuestra propia vida.
Actualmente vivimos en una sociedad en la que una mujer soltera disfruta de múltiples beneficios, se tiene más vida social, ya no necesitas pareja para asistir a un evento o ir al cine, puedes usar toda la cama, levantarte a la hora que se te pegue la gana, puedes tener relaciones sexuales libremente con amigos cercanos o contactos a través de plataformas, hasta pueden decidir y planear su maternidad, algo imposible en otra época, si estar soltera representa una serie de ventajas, entonces porque queremos emparejarnos?.
Si alguna vez has visto una comedia romántica, como “Año Bisiesto” en donde Amy Adam, va en busca del novio para hacer efectiva una antigua tradición irlandesa, que permite a las mujeres proponer matrimonio, es probable que hayas visto a dos personas que encuentran la manera de estar juntas, sin importar los obstáculos que se interpongan en su camino. La razón es siempre sencilla: están enamorados.
Pero fuera de la pantalla, el amor no siempre es suficiente para que una relación dure. De hecho, los sentimientos provocados por el amor romántico pueden ser tan fuertes que pueden convencer a la gente de permanecer en relaciones poco saludables, insatisfactorias y, en última instancia, infelices.
Y aparece nuestra conciencia Bell Hooks, nombre de batalla de Gloria Jean Watkins, una escritora afroamericana feminista, que ha incursionado en diversos géneros, en “Todo sobre el amor”: nuevas perspectivas nos ofrece un ensayo que desafía el concepto de amor y cómo es incompatible con las sociedades que hemos construido. Ella nos muestra que hemos estado erradas sobre lo que pensamos o deseamos que debe ser el amor, lo que nos genera profundos sentimientos de vacío, que sólo terminan en una búsqueda y fracaso por más amor. Cuestiona por qué el amor es incompatible con la sociedad en la que vivimos: la falta de justicia, sinceridad, compromiso y espiritualidad no pueden concluir en un amor pleno.
Pero, ¿qué es el amor? “El amor es un acto de la voluntad, es decir que comprende tanto una intención como un acto. La voluntad implica también elección. No estamos obligados a amar. Elegimos hacerlo”, aclara Bell Hooks. Esta definición, que propone el amor como una elección, se contradice con lo que generalmente entendemos como un sentimiento que responde al instinto.
Estoy totalmente de acuerdo con la escritora cuando señala queremos cercanía y a la vez distancia, lo que resulta en una escisión interna. Sin embargo, cuando la euforia del nuevo romance desaparece solo nos queda una sensación de soledad.
Para curar el sentimiento de vacío y el sufrimiento de la falta de amor, la escritora propone una serie de elementos: cuidado, afecto, reconocimiento, respeto, compromiso, confianza y comunicación. Sólo poniendo en práctica estos, podemos amar de verdad.
Es sobre todo interesante cómo Hooks plantea que el amor no empieza con lo que entendemos como amor romántico, sino que es una cuestión que se construye desde nuestra infancia.
Bell Hooks enseña que es claro que una de las revoluciones que debemos realizar es la del amor, replantearlo desde nuestras dinámicas tanto en la esfera privada como en la pública. Además, Bell Hooks afirma que el amor que entendemos como ideal está impregnado de sexo y deseo y propone un nuevo camino hacia el amor más pleno, compasivo y libre de vergüenza. El amor no puede darse sólo con nuestra pareja, ni este debe ser más importante que el resto: debe ser interno -sin ser ególatra- y comunitario, lleno de espiritualidad.
Una de las mejores maneras de aprender a quererse a uno mismo es darse uno el amor que a menudo sueña con recibir de los demás. Hubo un tiempo, bueno todavía en ocasiones, al mirarme al espejo, mi cuerpo no me gusta, me veía como una cuarentona, perdón, sesentona, demasiado gorda, demasiado esto o aquello. Sin embargo, fantaseaba con encontrar un amante que me diera el regalo de amarme tal como era.
Ahora entiendo lo absurdo que fue soñar con que alguien que me ofreciera la aceptación y confirmación que me negaba a mí misma. La máxima «Nunca podrás amar a nadie si eres incapaz de amarte a ti mismo» tenía en mi caso todo el sentido. Y yo añadiría: «No esperes recibir de otros el amor que no puedes darte a ti mismo»
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