Por Enriqueta Burelo
Fueron 8 días que desafortunadamente no forman parte de la letra de una canción de Sabina, como los 19 días y quinientas noches, sino, que representa el tiempo que nuestro cerro guardián, el Mactumactzá, ardió; 3 mil árboles endémicos de Chiapas muertos, lo que corresponde al 40% de la flora afectada, las aves huyeron ante la humareda en busca de refugio y la fauna del lugar, también se vio seriamente dañada, podríamos hablar de un desastre de gran magnitud, que implica una mensaje a la ciudadanía y a los tres niveles de gobierno.
Si cierran sus ojos, y se trasladan a un cine de la infancia, recuerden a Bambi, el venado que Disney crea, huyendo de un incendio creado por cazadores furtivos, y que provoca la muerte de muchos animalitos entre ellos la propia mamá de Bambi, en este caso cuantos armadillos, tepescuincles, zorrillos, murciélagos, guaqueques, ranas arboladas trompudas, culebras de cola negra, murieron en un desastre que tiene visos de intervención humana.
El incendio inició la tarde del 18 de abril y, aunque se acudió de inmediato a controlarlo, las condiciones climáticas hicieron imposible sofocarlo. Fue hasta el día 19 de abril cuando se comenzaron a realizar trabajos más específicos para controlar las llamas.
Visto desde Tuxtla Gutiérrez, el cerro Mactumactzá se presenta como la mayor altitud de los alrededores, una montaña de 1,150 metros sobre el nivel del mar, aunque la reserva se extiende hacia el oriente en un largo brazo montañoso que colinda con el ANP El Zapotal, y se extiende hacia el sur sobre la meseta de Copoya. Tiene abundantes afloramientos rocosos calcáreos, donde es común encontrar fósiles de peces, caracoles, bivalvos, cangrejos y corales. Representa el principal pulmón de la capital del Estado, así como esencial para la captación de agua que alimenta hacia el norte al río Sabinal y hacia el sur al río Suchiapa. Es una zona sujeta a conservación ecológica, de acuerdo con el decreto del 6 de mayo del 2015, cuya extensión es de 2,870.090 hectáreas y abarca los municipios de Tuxtla Gutiérrez y Suchiapa.https://www.semahn.chiapas.gob.mx/portal/descargas/danvs/mactumatza/ficha.pdf
En un momento en que aparentemente el personal de protección civil y voluntarios habían terminado su tarea, y regresado a sus cuarteles, surge un nuevo incendio, que no fue sofocado, sino, hasta el sábado 29 de abril, en un sitio donde no había ninguna posibilidad de reactivarse.
Expertos señalan que lo sucedido en el cerro de Mactumactzá, corresponde al concepto de desastres socialmente construidos, que en ellos está la mano humana, se usa el fuego como método de limpieza, caza furtiva, botellas que provocan el efecto lupa, el crecimiento humano está orientado hacia esa zona, para lotear y vender, queman.
Virginia García Acosta, docente del CIESSAS, realiza un ensayo sobre el tema, en el cual señala que el concepto de construcción social asociado con los riesgos ha demostrado su utilidad analítica cada vez con mayor fuerza entre los estudiosos de los desastres y los efectos que éstos han tenido en la sociedad. Hacia fines de la década de 1990 se generó un nuevo contenido y uso del concepto de construcción social del riesgo. En ello parecen haber influido varios factores. En primer término, es fundamental mencionar los trabajos desarrollados a partir de la declaración, por parte de la Organización de las Naciones Unidas, del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales.
Por otro lado, la creciente evidencia, derivada de estudios de caso, de que muchos de los desastres tradicionalmente atribuidos a causas naturales eran generados, en buena parte, por prácticas humanas relacionadas con la degradación ambiental, el crecimiento demográfico y los procesos de urbanización, todos éstos vinculados en gran medida con el incremento de las desigualdades socioeconómicas a escala local, regional, nacional y, desde luego, internacional.
Me gustaría citar un caso, el 1º de noviembre de 1755, ocurrió un temblor en Lisboa y posteriormente un tsunami, desastre que dejó entre treinta mil y setenta mil muertos, es entonces cuando se da un intercambio epistolar entre Rousseau y Voltaire, Carta sobre la Providencia, las reflexiones de Rousseau alrededor de ese sismo que tuvo enorme impacto sobre la población dan cuenta de una frase que los seguidores del enfoque de la vulnerabilidad han lanzado al aire más de una vez: «los desastres no son naturales». Escribe Rousseau a Voltaire: La gran mayoría de nuestros males físicos son obra nuestra. Teniendo el caso de Lisboa hay que considerar que, si no hubiera habido 20 mil casas de 6 ó 7 pisos, y que, si los habitantes de esta gran ciudad hubieran estado mejor y más ligeramente distribuidos, el daño hubiera sido mucho menor y quizás incluso nulo, como si nada hubiera ocurrido.
Para concluir, el efecto de los desastres naturales en especial los incendios como lo hemos vivido en los últimos años en Chiapas, nos llevan a reflexionar sobre la arrogancia del ser humano, de su aparente control de la naturaleza y nos muestra en toda su magnitud su actitud en ocasiones soberbia al destruir la naturaleza, con lo cual ponemos en peligro, nuestro sustento de vida, y el sustento de vida de los ecosistemas y de los otros seres de la creación con quienes interactuamos, y de quienes dependemos, y quienes a su vez dependen de nuestros acciones
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