Tila está convertida en un pueblo fantasma, muy pocos se quedaron tras la violencia que desataron Los Autónomos la semana pasada, y salen solamente a buscar comida

Fredy Martín Pérez.

Tila Chiapas.- En la Calle Constitución 64, cien metros del santuario del Señor de Tila, los paramilitares que durante tres días tomaron el control del pueblo, se detuvieron frenéticamente cuando vieron en el primer piso, un altar con un Cristo negro y una Biblia abierta. Entonces se concretaron a destruir y quemar todo lo que tenían a su alcance en la planta baja, como hicieron con otras 19 casas, que hoy siguen desoladas, porque sus moradores temen regresar porque consideran que no hay condiciones de seguridad para ellos.

Cinco días después que la mayoría de los pobladores huyeron, la cabecera municipal sigue desolada, con el mercado, hogares y los puestos de productos religiosos del Señor de Tila, un Cristo Negro que se venera desde el siglo XVI, cerrados. Un puñado de habitantes se esconde atrás de las puertas de sus casas, pero algunos han salido a buscar alimentos para subsistir.

En el barrio de Chitijá, dos mujeres cuentan que pese a la violencia que vieron, optaron por quedarse en sus hogares, aunque sus hijas y esposos prefirieron huir a Yajalón. “Los que tuvieron valor se quedaron y los que no, se fueron”, dice una de las ellas, que suplica no ser identificada por temor a represalias.

Explican que días antes del inicio de las hostilidades, los ejidatarios, también conocidos como Los Autónomos desde los aparatos de sonido de las casas, pidieron que sus adversarios, es decir, los dueños de las viviendas que están en el área de 130 hectáreas, que reclaman como suyas, que abandonaran voluntariamente el lugar. Ante la negativa, el día 3 de junio, los encapuchados emprendieron las hostilidades, con la quema de viviendas, vehículos y asesinaron a cinco personas.

Algunos de los habitantes enfrentaron el asalto a sus viviendas de Los Autónomos, también conocidos como Fuerzas Armas de Tila (FAT), encerrados en sus hogares. El día 5, cuando sobrevoló un helicóptero, dos niños con banderas blancas subieron al techo de sus casas, para pedir que fueran rescatados. Los agresores, lanzaron disparos con sus fusiles y cohetones a la aeronave, que se retiró inmediatamente.

Las mujeres dicen, desde ese día, muchos habitantes salieron de Tila, solo con lo que tenían puesto, porque temían que la Mariana Armada de México tomara el control del pueblo. “La gente le tiene más a la Marina que al Ejército”. Pero pasaron dos días más, para que la Guardia Nacional, Ejército y Policía Estatal arribaran a la cabecera municipal, habitada por unas 7 mil personas y fue entonces que la mayoría huyó hacia el ejido Petalcingo, Yajalón y otros municipios de Chiapas. Para ese entonces ya había cinco personas muertas. “Los soldados solo llegaron a recoger los cuerpos”, arremete un lugareño.

Frente a la casa de las mujeres, dos camionetas Nissan salieron después del mediodía hacia Yajalón, cargadas con colchones, la imagen de un San Judas Tadeo, enseres domésticos y otras pertenencias rumbo a Yajalón.

Por la mañana del miércoles, tropas de la VII Región Militar levantaron un centro de ayuda, en una escuela del barrio Chitijá, para realizar labores de “servicio social” a la población que quiera regresar a sus hogares o para los que se han quedado en el lugar. Más tarde, se sumaron equipos de la Secretaría de Protección Civil, con equipo que llevaron en varias camionetas.

A cinco días de la huida de los pobladores, la cabecera municipal sigue desolada. El Ejército, Guardia Nacional patrulla en los alrededores al santuario del Señor de Tila, por el Centro de Salud, entradas a la cabecera municipal, acceso a Sañojá, pero han instalado retenes camino hacia el ejido Petalcingo y Yajalón.

Una mujer y su hijo caminan sin aparente preocupación por una calle aledaña al mercado, para luego descender por una calle de escalones rumbo a su casa. Salieron a buscar alimentos. Frente al atrio del tempo del Señor de Tila, una mujer instaló una mesa en la sala de su casa, para vender bombones, cerillos y miel a 130 pesos el litro. Dice no estar temerosa por lo que vivió a principios de este este mes. “Aquí me quedé a cuidar mi casa. Mi familia se fue a Yajalón”, explica.

También por calles del centro, dos hombres caminan en busca de alimentos. Se quedaron a cuidar su casa, pero no tienen víveres. “Salimos a buscar unas tortillas. Ya no tenemos comida”, dicen. En las calles aún hay casquillos de diversos calibres esparcidos en el asfalto. A pocos metros un auto quemado aún permanece en la entrada a un negocio.

Sobre la calle Constitución, dos vehículos, uno de ellos propiedad de un maestro de secundaria, permanecen con las llantas ponchadas a cuchilladas, pero no fueron incinerados como los otros 21 vehículos, que empiezan a levantarlos de las calles y casas, para ser trasladarlos a un corralón del municipio de Yajalón.

Un hombre que también pide el anonimato, exhibe un documento que fue recibido por la presidencia de la República el 26 de enero del 2024. En el escrito, los habitantes piden al presidente Andrés Manuel López Obrador, solución al conflicto, porque están viviendo “situaciones demasiado feas”, donde los más afectados es la gente que se ha mantenido al margen del conflicto. “Ya no queremos más muertos”.

En Yajalón, representantes de los miles de desplazados revelan que la Secretaría de Bienestar han desplegado decenas de unidades que serán envidadas hacia Tila, con brigadas de los Servidores de la Nación, para que las familias se inscriban a programas sociales, pero ven detrás de este llamado, un “engaño”, para “obligar a las personas” a retornar a sus casas. “No vamos a regresar porque no hay condiciones de seguridad. Nuestra vida está en peligro”, consideran. En Yajalón decenas de camionetas de la dependencia se han apostado en las oficinas regionales de la dependencia, en espera de órdenes para partir hacia Tila.

En el barrio centro de Tila, un hombre identifica al grupo Karma, como los adversarios de Los Autónomos o FAR, pero explica que aunado al problema agrario, se suma la lucha por el control de la alcaldía y la venta de drogas en el municipio. “Lo que no sabemos es cuál de los cárteles está operando aquí, si es el Jalisco Nueva Generación o Sinaloa”, sostiene, pero en las calles del pueblo se observa grafitis con las siglas: “CJNG”.

Por la mañana del miércoles, en el ejido Petalcingo, se realizó una reunión entre representantes de los desplazados y funcionarios federales y estatales, pero no hubo ningún acuerdo. Los desarraigados están temerosos de volver.

Por la tarde, un herrero del barrio Chitijá y cuatro de sus familiares regresó a su casa. “No me quedó de otra que venir a ver cómo están mis animales”, dicen. Dos hombres más, cuentan que regresaron unas horas a casa, para buscar en sus corrales, algunas aves que metieron en un costal. “Es lo único que nos queda. Los guajolotes se los robaron todos”, ataja uno de ellos.

En el centro, un hombre llegó a ver en qué condiciones permanece una de las farmacias. Se arrodillo y vio entre una ranura de la puerta que fue averiada, para ver cómo se encontraba el negocio y se retiró. El Ejército permanecía cerca de ahí.

Un maestro jubilado explica que el conflicto en Tila lleva nueve años, pero en los últimos siete meses se ha recrudecido, pero tuvo que enfrentar la violencia escondido en su vivienda, aunque cuando inició el conflicto, le saquearon un negocio. “Esta vez no me hicieron nada. A un vecino si le quemaron una casa humilde”, pero considera que no hay condiciones para el regreso de los desplazados. “Definitivamente no hay condiciones. Se tiene que firmar una acuerdo en las parte involucradas y la parte afectada, pero mientras no exista un acuerdo con la parte institucional, yo siento que esto no se va solucionar”.

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