Identidad

Enriqueta Burelo

Que nos hace ser chiapanecos, o chiapanecas, hablar de vos como lo hacen en Comitán, tomar tu pozol a las 12 del día como en Chiapa de Corzo, tu nucú tostadito de botana en Tuxtla, o un taco de zats en Yajalón, son muchas costumbres y tradiciones las que nos identifican como habitantes de este estado puerta o salida según como se mire hacia el istmo centroamericano, lo que nos ha traído un intercambio de saberes.

Hoy el gobernador electo, ha traído a primer plano, el tema de la identidad, al Doctor Eduardo Ramírez, le gustan los símbolos: el Jaguar Negro, la Chiapanequidad, la Reina Roja, Jam Ach’Ulel’.

En el año 2008, en el libro Pueblos y Culturas de Chiapas, en su búsqueda del “Ethos Chiapaneco”, el antropólogo Andrés Fábregas Puig, desarrolla el concepto de “Chiapanequidad”, cultura e identidad son construcciones históricas, ha anotado con claridad Fábregas Puig en su mosaico chiapaneco, es imposible seguir pensando en colectividades inamovibles, detenidas en el tiempo.

La Chiapanequidad, por tanto, es un concepto complejo y multifacético que abarca la riqueza y diversidad de Chiapas y su gente, y refleja el orgullo y la conciencia de pertenecer a una cultura con una rica historia y tradiciones profundamente arraigadas.

La marimba es un símbolo de chiapanequidad, este instrumento de hormiguillo y primavera, nos traduce nuestra música, la música que nos hace bailar. Qué chiapaneco o chiapaneca que se precie de serlo, no ha sentido mover los pies y tocar las palmas ante Las Chiapanecas, la Tortuga del Arenal, el Alcaraván o Sones Chiapanecos. Corazón Borraz, constructor de marimbas de Venustiano Carranza, crea el doble teclado o marimba cuachi en el 1892 y así surge la marimba moderna.

En la adolescencia, me tocó convivir con los Rolling Stone, las Beatles, los Dabkys y Moisés y la Resurrección por no hacer menos a los paisanos, con la música para marimba. Los marimberos, sin embargo, se tomaban sus libertades, en mi pueblo Arriaga, más de una vez, bailé “Orgullosa María”, “Campos de Algodón” y “en la Esquina”, interpretadas por “Los Mecateros”, me hubiera gustado que los Credence hubieran disfrutado de estas interpretaciones.

En Chiapas, la marimba ha sido un instrumento musical que alienta e invoca la configuración de una “chiapanidad” o “chiapanequidad” según nos digan los estudiosos del lenguaje, Las Chiapanecas es un alter ego de los himnos a Chiapas y Nacional Mexicano. “Dios Nunca Muere” es un himno identitario para los oaxaqueños. Las identidades indígenas, la estructura de la comunidad, se manifiesta en la música que practican los pueblos, señala Andrés Fábregas Puig.

Hoy que todo está tan cerca, gracias o desgracia a las redes sociales y a la globalización, nadie se salva de la colonización cultural, sin embargo, hay quien quiere vivir en Disneyland, el “american dream” o saca a colación la educación en Japón, cuando la mirada es superficial, sin ver que, en Japón, como en Cataluña, ya no quieren turistas en masa, y los suicidios de jóvenes en Japón por la excesiva competencia o en Barcelona, personas adultas, por desahucio.

Al adentrarnos en los laberintos de la colonización, descolonización, interculturalidad, tendríamos que pasar como en el discurso por un proceso de deconstrucción, estrategia propuesta por Jacques Derrida (1930-2004) a partir de ideas de pensadores como Martin Heidegger (1889-1976), la estrategia de deconstrucción se basa en un análisis de las estructuras que componen el discurso. Más allá de la filosofía, la noción suele utilizarse para ejemplificar la búsqueda de las falsedades o las falacias que oculta un discurso.

Por otra parte, es importante tener en cuenta que ni la descolonización ni la interculturalidad son entidades estáticas o fenómenos fácticos que se dan en una cierta sociedad y en un cierto momento de la historia. Se trata más bien de procesos siempre abiertos e inconclusos que requieren de un esfuerzo histórico de largo aliento. En segundo lugar, hay que advertir que tanto la ‘descolonización’ como la ‘interculturalidad’ encuentran su prueba de fuego en el campo político, económico y social, aunque las experiencias de encuentros personales y de diálogos entre personas de procedencia étnica y culturalmente distinta sean muy valiosas. En tercer lugar, el discurso de la «inclusión» y del «diálogo» pueden invisibilizar estructuras de asimetría y hegemonía que son características de sociedades coloniales y no de pueblos en vía de emancipación y autodeterminación.

La descolonización es emancipadora y por lo tanto debe plantear la cuestión de la injusticia de género, la discriminación social, económica y cultural de la mujer. La cuestión de la división del mundo en Norte y Sur, en ricos/as y pobres, incluidos/as y excluidos/as, atraviesa de manera escandalosa la cuestión de las relaciones de género.

En este renglón de la emancipación y empoderamiento, entra la Reina Roja Tz’ak-b’u Ajaw, consorte de Pakal y madre de Kan B’alam y K’inich K’an Joy Chitam, dos gobernantes de la región; enigmática mujer de Lakam’ha, “Lugar de las grandes aguas”, hoy conocido como Palenque. Diversos estudios determinaron que era una gobernante de esa antigua urbe maya por dos emblemas de la realeza: una pequeña concha esgrafiada y un rosetón con los rasgos sobresalientes de un mono araña. Juntos formaban un medallón con la representación del Dios Sol en la parte inferior del tórax y sujeto al pectoral.

Finalmente, y en un proceso de largo alcance, Eduardo Ramírez Aguilar, señala que la nueva era, implica descolonizar el pensamiento para darle origen a un sentimiento de Chiapas. Quiero provocar en ustedes y en todo el estado, el sentimiento de sentirse orgullosamente chiapaneco y chiapaneca, somos un estado libertario, un estado que pugna siempre por una mejor justicia, somos un estado que le ha aportado mucho a México, por ello lo de nuestra Federación tiene que ver con nuestra Chiapanequidad, y la Chiapanequidad es Jam Ach’Ulel’.