Foto: vorticemx
Las bandas controlan todos los giros ilegales y van por la obra pública
¡¡¡A los bandidos, los tengo controlados!!!
Eso dicen que expresa el presidente municipal de San Cristóbal de las Casas en cada reunión privada que sostiene con actores sociales, políticos, culturales y turísticos de la vieja Jovel.
Pronto, Mariano Díaz Ochoa recibió su dosis de realidad. No le quedó otra más que mostrar su impotencia y apelar a lo que -de acuerdo a esos actores sancristobalenses- hace muy bien: “nadar de a muertito” ante los problemas de la turística ciudad.
Fueron cuatro horas de balazos en la zona norte de la ciudad el pasado martes 14. Esa zona es la más marginada de la ciudad y asiento de grupos que tienen atemorizada a San Cristóbal y que genéricamente son llamados “los motonetos”.
“Se disputan el control de la zona, de los giros ilegales en la ciudad y van por más”. Eso dicen varios sancristobalenes que acceden a dar su testimonio para este texto, pero que quieren el anonimato por estar temerosos de la reacción de alguna de las facciones de estos grupos delictivos.
“Comenzaron con el cobro del derecho de piso, luego cobraban deudas, controlaron cantinas, pasaron al narcomenudeo y al robo de vehículos y autopartes, después al tráfico de personas, a la venta de armas, ya controlan el tráfico ilegal de madera, gasolina y comercializan lo que expertos denominan etnopornografía.
Esta reportera pregunta: ¿Si ya manejan eso, ¿qué significa que esos grupos quieran más?
Todos coinciden en que esos grupos de “motonetos” existen porque detrás de ellos, miembros de clase política local han mantenido acuerdos con ellos. “Les han servido de grupos de choque”. Esos acuerdos significan un paso más en la influencia local de esos grupos y van por lo que les falta: el dominio de la obra pública.
Dominar la obra no es cosa menor. Es una actividad económica que genera impactos directos e indirectos en un lugar determinado. Significa “diezmos” que repartir, empleo incluso para familiares, dominio de las actividades indirectas como el comercio y un largo etcétera.
“Si la logran dominar” el poder de estos grupos será mucho mayor del que ahora detentan. Y, sobre todo -me recalcan- es imposible detenerlos porque precisamente, gran parte del poder político local está coludido de una forma u otra con ellos.
La historia de complicidades
Si bien la gestación de estos grupos responde a la falta de oportunidades y al origen en los cinturones de miserias periféricos de la ciudad engrosados por las expulsiones religiosas y políticas de los años 70-90 del siglo pasado; es hasta la administración de Marco Cancino del PVEM en el 2015 que se hacen completamente visibles.
Al amparo del PVEM un grupo cerrado de actores políticos locales consolidó su poder. Mariano Díaz Ochoa se alió con grupos, Fabiola Ricci hizo lo propio, Hugo Pérez Moreno, Romeo Cancino, Sergio Natarén y Humberto Cancino Rangel.
Para demostrar las alianzas -dicen los testimonios- solo hay que explorar las redes sociales. Muchos miembros de la clase política local tienen fotos con miembros de alguna de las facciones de los “motonetos”. De hecho, “abundan las fotos” sostienen.
En esos años de dominio verde-ecologista con Marco Cancino en la alcaldía, el comercio informal en San Cristóbal creció exponencialmente. De manera evidente, esa situación representaba una oportunidad de negocios al amparo del poder con el cobro del “derecho de piso” a los comerciantes ambulantes.
En esos años se contabilizaban más de mil vendedores ambulantes en las calles de San Cristóbal de las Casas. Se afirma que semanalmente, los vendedores generaban entre 600 y 800 mil pesos al ayuntamiento en ingresos catalogados como “propios”. Es decir, ingresos que no pasan por la fiscalización federal ni estatal.
Ese negocio -dicen con tristeza los entrevistados- persisten y las alianzas se consolidaron con la administración de Mariano Díaz Ochoa porque varios de los líderes de los “motonetos” fueron operadores electorales en la campaña por la presidencia del actual alcalde. “Le ganaron a MORENA y ahora, hay que cumplir los compromisos” declaran.
Esa es la razón por la que Mariano Díaz Ochoa afirma que tiene controlados a los grupos delincuenciales. “Tristemente para él y para la ciudad, eso evidentemente no es cierto” lamentan los entrevistados.
Motonetos: grupos y líderes
Mariano Díaz Ochoa se alía con los grupos de “motonetos” para sobrevivir políticamente me afirman los entrevistados, también por acceder a recursos que no son fiscalizados por los gobiernos federal y estatal, para tener un “guardadito” que le permita financiar otras campañas, incluyendo por supuesto la suya a otro puesto popular, a su partido o al que se afilie en el futuro y claro está; para incrementar su fortuna personal.
“Eso le da amplio espacio de poder en los grupos. Por eso salieron a la calle el martes 14”. Insisten en San Cristóbal.
Por delante tienen temas “por negociar o renegociar” con el alcalde como el nuevo rastro municipal, la administración de los mercados, el cobro a los vendedores ambulantes en los andadores en el primer cuadro de la ciudad, y por supuesto la ejecución de la obra pública.
«Los tengo controlados» afirma Díaz Ochoa. Pero también ha afirmado que en “San Cristóbal todos nos conocemos”. Eso sí es cierto. Todos en la vieja Jovel saben quienes son los líderes de los grupos acusados como delincuenciales.
En la época de la administración de Marco Cancino, el naciente grupo estaba comandado por Narciso Ruiz Santiz conocido como “El Narzo”; Jerónimo Ruiz López llamado “el artesano”, Mario López Santiz, conocido como “Chino Mario”, Martin Pale Santiz llamado también “El gemelo” y Manuel Ton Pale con alias de “Chicano”.
A partir de ese grupo original, se sumaron nuevos líderes, grupos, subdivisiones. El “cobro de piso” era el negocio principal y lo coordinaba Romeo Cancino González, hermano de Marco Cancino. “Eso en San Cristóbal todos lo saben” dicen las fuentes.
El primer escenario de acción de los “motonetos” fue el parapeto de convertirse en organizaciones sociales. De esta manera, nacieron la ALMETRACH con Narciso Ruiz, COMACH con Martin Pale, la OPEACH con Manuel Collazo, ACOTRACH con Maximiliano López, el grupo de “Sentimientos de la Nación” de Fernando Díaz y la organización “Raíces Fuertes», a cargo de Pablo Santíz.
De esas organizaciones nacieron grupos, subgrupos y escisiones. Se separan, se unen y mantienen alianzas temporales según los intereses de los dirigentes. Nacen así “los Vans”, “los Antrax”, los ZN (Zona Norte), los “Élites”, los “Patos, “Sakzel” y más los que se acumulen en los próximos meses, dicen quienes han seguido de cerca la evolución de los grupos.
Los rumores afirman que específicamente en torno al “Mercado del Norte” se ha generado un territorio que es controlado mayoritariamente por Domingo Ruiz López conocido como “Pishol”. El grupo responde -de acuerdo a testimonios- a Hugo Pérez Moreno, quien -sostienen- rompió una alianza que tenía con el alcalde Mariano Díaz Ochoa.
Precisamente, una de las versiones sobre los sucesos del pasado día 14 fue que otros grupos quisieron quitar el control a “Pishol” del mercado y las colonias circundantes que incluyen a “La Hormiga” y por lo menos, una decena de colonias más.
¿Se perdió la ciudad?
En materia de seguridad pública, cualquier experto sabe que la pobreza, la marginación, la falta de oportunidades y la discriminación son el caldo de cultivo para que aparezca la delincuencia común en una ciudad o territorio determinado.
Sabe también que un empleo y la oportunidad de visualizar un futuro con una vida mejor, son el mejor antídoto para combatir a la delincuencia.
Desafortunadamente, San Cristóbal de las Casas no ofrece a la juventud marginada -como todas las ciudades de Chiapas- ninguna opción para visualizar una vida mejor.
Sabe también el experto, que, si el poder político se colude con el poder delincuencial, la ciudad está en riesgo inminente de “perderse” porque caerá inevitablemente en lo que le conviene al poder delincuencial: la anarquía.
Ese es precisamente el caso de San Cristóbal de las Casas. Llena de cinturones de miseria y marginación, con la juventud que lleva el signo de la falta de oportunidades, de la discriminación histórica y que ve en la delincuencia, el encanto que necesita para acceder a una vida mejor así sea efímera.
Y es cuando la presencia policial -históricamente deficiente por supuesto- de la Guardia Nacional y del Ejército, no basta.
San Cristóbal le demuestra al país lo que no quiere ver, o lo que nos resistimos a creer: la delincuencia organizada, así sea local o regional, tiene ya una base social que la sostiene y que lamentablemente, la justifica.