Gabriela Coutiño
El 8 de diciembre de 2012, Chiapas clamaba justicia, castigo y rendición de cuentas a un gobierno que se iba pero que dejaba un reguero de agravios a los ciudadanos, entre ellos varios perseguidos políticos y sobre todo, un desaseo presupuestal nunca antes visto.
Ese año, en la ceremonia de toma de posesión, el ejecutivo estatal recibía los reclamos de una audiencia virulenta, pero feliz de ver como se terminaban seis años de pesadilla gubernamental.
¡Calma Coita que ya ganamos!
Esa fue la respuesta y todos quienes gritaban rechazando a un gobierno que iba, se calmaron. Pero luego; llegó el olvido.
Los alcaldes entrantes, se encontraron con las arcas municipales vacías, se declararon en quiebra; prácticamente el primer año de gobierno no hubo presupuesto en el ramo de Gasto de Inversión estatal. ¿A dónde se fue todo ese dinero?
Es bastante lógico pensar que, así como un gobierno empieza con saqueos, también así termine; porque en el país reina la impunidad. Pero ¿Por qué no hubo gasto de inversión en el primer año del gobierno que hoy se acaba?
En ese entonces el nuevo gobierno decía que “llegaba a Chiapas una nueva forma de hacer política” la de la reconciliación y el trabajo. Esperaban pues que amainara la ira social contra Sabines. Pero ahora, la ira social es contra ellos.
En ese momento del 2012, ¿Por qué se decidió no investigar al gobierno de Juan Sabines? ¿Quién tomó la decisión?
Es obvio que la obtención del consulado en Orlando, Florida por Juan Sabines; no fue una decisión estatal, tuvo que ser federal y esa decisión solo puede ser tomada por quien entonces llegaba a la presidencia de la república -porque se tratada de otorgar un cargo diplomático- Enrique Peña Nieto. Bajo ese supuesto, con el consulado; ¿Peña Nieto avaló la impunidad de ese sexenio?.
Lo que es evidente es que el ejecutivo estatal que sucedió a Sabines Guerrero, decidió o fue obligado a asumir el costo político de cerrar los ojos a los agravios.
Y así le fue.
Llegó el olvido, pero a cambio, también la reproducción de las mismas prácticas que agraviaron a los chiapanecos. A la mano dura de quien no castigaron; le siguió la mano frívola.
Y al igual que hace seis años, las historias de desaseo presupuestal saldrán poco a poco. Al igual que hace seis años, la mano federal avala un cargo a un exgobernador; primero un consulado y ahora, una Senaduría.
La administración que se va fue la heredera de una deuda financiera monumental; pero también ellos heredarán al gobierno entrante un adeuda exorbitante.
Nunca hubo responsabilidad financiera, pero tampoco practicaron la austeridad que hoy pregonan. El equipo cercano al ejecutivo estatal que hoy se va, se paseaba municipio tras municipio realizando cabalgatas que replicaban en redes sociales.
Inundaron bardas, calles y carreteras en todo el estado con espectaculares promoviendo la imagen de funcionarios y políticos que no ofrecieron buenos resultados administrativos. Promovieron un inexplicable “culto a la personalidad” que obviamente, iba con cargo al erario público.
Reacios al cambio, impusieron un gabinete incapaz de resolver problemas, que a pesar de los magros resultados sostuvieron inexplicablemente. Estos últimos seis años de gobierno, fueron igualmente trágicos a los seis años anteriores.
Ante la “pachanga” y la frivolidad gubernamental, los bloqueos carreteros aparecieron, los desplazados internos, el secuestro de funcionarios municipales y estatales creció, las marchas se incrementaron, así como también las protestas de empresarios, comerciantes y prestadores de servicios; muchos de los cuales, inevitablemente se fueron a la ruina.
Las ciudades del estado estuvieron en penumbras, sin alumbrado público, con los baches cada vez más grandes y que se convirtieron ya en parte del paisaje urbano cotidiano de nuestras calles.
En Chiapas se convive con las manifestaciones magisteriales y de las escuelas normalistas. Son casi el pan de cada día. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, en su lucha contra la “reforma educativa”, fue el primer movimiento social que sacó de su frivolidad al gobierno estatal. El problema es que pronto la indiferencia gubernamental regresó. Los maestros interinos del estado acusan de que no se les pagaba el salario.
Con el tiempo, todo Chiapas se puso en contra del gobierno estatal. La burocracia fue también a la protesta.
Trabajadores del gobierno protagonizaron un inédito paro laboral, las enfermeras del estado denunciaron la falta de medicamentos y la crisis del sector salud. Trabajadores del Colegio de Bachilleres acusaron de fraude a sus directivos y que decir de los empleados de las alcaldías estatales, que siempre acusan de que no se les paga el aguinaldo.
Lo peor de todo es que la rendición de cuentas no llegó hace seis años, como también parece que no llegará ahora.
Los chiapanecos ofendidos, catalizaron los agravios del gobierno hacia el voto de castigo y con la esperanza de cambio. El Partido Verde Ecologista de México desapareció del mapa político estatal. MORENA y López Obrador arrasaron en Chiapas electoralmente.
Pero la clase política estatal sobrevive y con ella, también sobreviven los agravios. Ese es el germen de muchos de los males chiapanecos: sobrevivencia de la clase política y agravios acumulados.
Hace seis años el ejecutivo estatal saliente era arropado por el PRI y Enrique Peña Nieto, hoy López Obrador y MORENA se asocian a quien deja la primera magistratura estatal.
Arropado por MORENA, evidenciado en la Cámara de Senadores por un exhorto que no procedió para explicar el destino de los recursos de un programa de mujeres, el saldo del gobierno saliente es trágico en cuanto a la conducción económica.
Tan solo, la Auditoría Superior de la Federación documenta al 10 de septiembre de este año, 15 denuncias penales al gobierno del estado por el opaco ejercicio de los recursos públicos. El monto total, descontando las denuncias penales contra ayuntamientos locales, es de más de Mil doscientos cincuenta y tres millones de pesos.
La cantidad representa una cifra exorbitante para el estado más pobre del país y es una obscenidad para los empresarios y prestadores de servicios a los que se les debe dinero, para los maestros interinos que no cobran su sueldo, para el sistema de salud que languidece y para todos los chiapanecos en general.
En horas, Chiapas tendrá nuevo gobierno. Un nuevo partido político llegará a dirigir los destinos de un estado con una ciudadanía agraviada. Como siempre, hay mucha expectativa ciudadana, la cual con el tiempo se ha convertido en decepción.
Nada bueno augura que buena parte de la “plana mayor” gubernamental -incluido el nuevo ejecutivo estatal- haya formado parte de lo que hoy es ya un gobierno que se fue. Porque el nuevo gobierno para funcionar eficientemente debe ser independiente de la maquinaria gubernamental anterior.
La pregunta es ¿lo será?