Por Enriqueta Burelo
Un músico tuxtleco Gabriel Solís Gallegos, compuso el “vals Maryen” en honor de Enrique Marroquín, el famoso restaurantero quien hizo famoso el platillo de origen extranjero y lo nacionalizó chiapaneco: la milanesa.
“Una milanesa es tan fácil de encontrar
una copa de vino o un amor comprado
nada hay de original en ella
pero ¡ay! En Tuxtla existe la milanesa del marro,
extendida como un lienzo, dorada como un otoño, preparada sin prisas, sin exabruptos, sin fallas.
Milanesa de Nando Solís, de Rómulo Calzada, de Nando Castañón de Faustino Miranda,
milanesa de banquetes que fueron y ya no serán más.”
Bellos versos tejidos por el poeta Noquis Cancino en torno a la leyenda de Enrique Marroquín Espinosa, tuxtleco como don David Gómez, como la Marimba del Fax o como su restaurante El Maryen, llamado así por María y Enrique. En 1899, nace don Enrique, hijo de don Manuel Marroquín dueño del Hotel del mismo nombre, el cual se encontraba en la segunda norte entre primera y segunda oriente, donde hoy se localiza una marisquería y una casa de huéspedes.
Su hermano mayor Manuel Marroquín, el original Marro, fue farandulero y engalanó con su vos de tenor las noches de Teatro del Estado, muchas veces citado por don Fernando Castañón en su historia del “Teatro Emilio Rabasa”.
En 1904 con motivo de la “Feria de San Marcos”, el director de la banda de Música del Estado, el maestro Carlos Cuatrero, organiza una compañía en la que actuó el consagrado artista, así también participa en un sainete cómico en compañía de Bertha Rovelo, Adulfo Esquinca y Álvaro Cancino, en una velada dedicada a recolectar fondos para construirle un monumento a doña Leona Vicario.
Tanto el Marro como Enrique, “el marrito”; fueron muy amigos de don David Gómez, vecinos del hotel, fueron doña Esperanza Acuña y don Carlos Martínez, unas muchachas conocidas como las Pío, porque siempre han acostumbrado los rezos a la virgen de El Rosario. Conocieron muy bien a don Pancho Mota y a don Noé Vázquez, quien fue presidente municipal de Tuxtla, nos cuenta su hijo Salvador Marroquín Salazar.
En 1933 se inicia la historia del famoso restaurant, instalado donde en una época se encontraba la papelería “La Ilustración”, posteriormente se traslada a un costado de la Biblioteca Pública frente al Parque Central, en la misma acera se encontraba la tienda de línea de Chalón Penagos, la “Agencia de la Lotería Nacional” de Don Conrado García. Durante el mandato del doctor Rafael Pascacio Gamboa -a quien don Enrique le tenía mucho afecto- el gobernante realiza mejoras en las aceras de la manzana donde se encontraba el restaurante.
La época de esplendor del “Maryen” lo fue cuando se ubicaba en la calle Central número 14 por donde está la Perfumería París. Es finalmente en 1957 cuando gobernaba Efraín Aranda Osorio amigo de la infancia de don Enrique cuando el restaurante se traslada donde hoy se encuentra en la 2ª oriente entre 1ª y 2ª norte.
“Cuando un tuxtleco está viajando por Nueva York o Australia
piensa en una milanesa del Marro, no solo por su sabor o la mala cara del mesero
piensa en ella porque esa ricura sabe agregar a sus olores la nostalgia”.
La historia de la milanesa se remonta a 1944 en los banquetes que el doctor Pascacio Gamboa hacía en el Palacio, el platillo tuvo mucho éxito y fue posteriormente muy solicitado, el chiste está en el condimento y el aplanado.
“El Gran Cocodrilo” Efraín Huerta decía que ya no era un platillo común sino todo un rito, si el marro está de buen humor sale bien…
me pongo a pensar en Efraín Huerta, en Jaime, la noche en que Chayito recibió el Premio Chiapas, he pensado, además, en los consumos que no se liquidaron.
A través de los poetas se ha hecho leyenda.
A propósito del autor de “Poeminimos”, un día se encontraba disfrutando de sus sagrados alimentos, cuando se aparece alguien en la puerta y lanza un grito: “quien puta es Efraín Huerta, que el gobernador lo anda buscando”.
El decorado del local es sencillo, don Enrique nunca lo quiso decorar con lujos porque si no la gente iba a pensar que era un desplumadero. Don Jorge Toledo, padre, decía que ir al “Maryen” era como ir a la iglesia.
Una anécdota muy simpática de la que fue actor un perro gran danés consentido del “Marro”, se realizó cuando los locutores en la época pionera de la radio, cuando la XEON se encontraba en manos del Ingeniero Valero, estos acostumbraban a sesionar en el local y grabar la reunión, un día el perro llamado Nerón no dejaba de ladrar, lo que suscitó la pregunta… Ya Nerón, ¿qué tú también sos locutor?
En la toma de posesión de don Juan Sabines, como gobernador interino, este llega ya entrada la noche a visitar al Marro, su gran amigo, don Enrique ejerce su influencia para que en ese año se le otorgue al músico tuxtleco Rafael de Paz, el Premio Chiapas. Por esos años, el “Maryen”recibe la visita del poeta y cuentero “Laco” Zepeda quien inmortaliza a don Enrique y su milanesa en su programa Canto, Cuento y Color.
Del signo Leo por nacimiento, su lema era “yo quiero”, en su cumpleaños el “Marro” era muy felicitado, en vísperas, sus amigos llegaban a coronarlo, pues fue una persona muy querida en el medio, desde que Tuxtla era una ciudad pequeña hasta que se convirtió en una urbe.
Casado con María Salazar, formaron una pareja perfecta tanto para la vida conyugal como para los negocios; fue el gran apoyo de don Enrique en las tareas diarias del restaurante, doña María cuenta con 87 años y goza de perfecta salud.
La marcha “el Marrito” compuesta por don David Gómez, en honor de su hermano Manuel, hoy es una pieza clásica, ha sido interpretada por las grandes marimbas de los Paniagua o Zeferino Nandayapa.
“Yo de repente llevo a mi mujer y a mis hijos
a comerla porque así me lo piden
(en sus mentes empieza a madurar la nostalgia sin que la noten)”
De niña tuve el placer de saborearlas en su presentación original acompañada de su ensalada de lechuga, jitomates y deliciosas papas, después ya mayor, era mi botana favorita cortada en tiras con tortillas en trozos y acompañada de salsa mexicana y rociada con toda la nostalgia de quienes como cita “Noquis” han pasado para no regresar jamás. El aderezo era una amena conversación acompañada por la amistad en recuerdo de la que supo brindar don Enrique, “El Marro”.
Un 28 de abril de 1981, nos deja y algo de Tuxtla muere con él, canta el poeta:
Milanesa del Marro, a fuerza de existir ya tienes algo de marimba,
de Mactumatzá, de Somé y mucho de ternura.
no sé qué va a pasar el día en que “el cacique”
Ya no haga sus milanesas.
algo de Tuxtla se va a morir
y nosotros con ella.