Gabriela Coutiño

El primero de enero de 1994, un puñado de indígenas chiapanecos irrumpieron de manera armada en San Cristóbal de las Casas y otras cabeceras municipales de Chiapas. 

Ese día, el país entraba en una nueva fase de desarrollo económico: 

La globalización a través del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.

Las autoridades mexicanas vendieron la entrada en vigor del TLC, hoy conocido como T-MEC; como la puerta hacia la modernización y al primer mundo de nuestro país.

Pero la añeja realidad mexicana, de pronto estalló.

Los indígenas; cien por ciento mexicanos y chiapanecos -como se describieron- le hicieron ver por la televisión, la radio y la prensa escrita, a millones de mexicanos; que no todos entraríamos a la “modernización” que pregonaban las autoridades federales.

Esa irrupción armada, se originó en el momento en que los mexicanos, comenzábamos a hablar de globalización, neoliberalismo, tratados comerciales, productividad y de pronto; esos indígenas nos demostraron que había otro México, el México profundo, el de los agravios, el de la pobreza, de la marginación.

Y que ellos eran víctimas no solo de pobreza y marginación, sino también de desigualdad, discriminación y explotación.

En síntesis, de repente nos estalló el México del olvido.

De repente también, pensando en el futuro, nos apareció el pasado.

“Podrán cuestionarnos el camino, pero nunca las causas”

Fueron de las primeras frases -que como se dice hoy- hicieron virales los que se denominaban el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. 

Y todo México se avocó a entender esas causas. 

Políticos, líderes de opinión, diplomáticos, especialistas en desarrollo, académicos, etcétera; pasaron de la sorpresa a dar su opinión sobre el líder Subcomandante Marcos y los propios zapatistas. 

Todos los comunicadores, todos los periodistas queríamos cubrir el conflicto. Y queríamos también; entenderlo para ser lo más veraz posible ante un flujo de información que en ese tiempo, sin redes sociales, era 

Al estallar la realidad de la pobreza; todos comprendíamos las causas. Pero quedaba la guerra. 

Fueron aproximadamente seis días de combate. Y quizá muy pocos en este país saben cual fue el número de víctimas que dejaron esos días de combate.

Lo que nadie duda; es que fue la sociedad civil mexicana la que, primero detuvo la guerra y después propició el diálogo entre el EZLN y el gobierno federal. 

De la fuerza de la sociedad civil y del impacto de la irrupción del EZLN vino una parálisis gubernamental que probablemente desde el Sismo de 1985 no se veía. 

No funcionó el poder, si reaccionó la sociedad civil.

No se recuerda, no recuerdo que, al gobierno mexicano, antes del EZLN; algún movimiento social o armado, lo haya obligado sentarse a negociar. 

Eso es cuestionar al poder establecido.

De esta manera, con el país casi convulsionando políticamente; el EZLN y el gobierno federal, entre 1995 y 1996 en San Andrés Larráinzar, realizan lo que se pensaba era un ejercicio democrático inédito en México: 

Se sentaban a la mesa para negociar lo que se conoce como los “acuerdos de San Andrés”. 

La idea era llegar a acuerdos para la firma de la paz definitiva.

Se formaron mesas de: 

1. Derechos y cultura indígenas.

2. Democracia y justicia.

3. Bienestar y desarrollo.

4. Derechos de la mujer en Chiapas.

El resultado fue que las segunda, tercera y cuarta mesa nunca se instalaron. 

El gobierno entonces no cumplió con los Acuerdos de San Andrés y un México nuevo, con nuevas reglas democráticas, un México que sacara por lo menos legalmente a los indígenas del olvido; no ocurrió.

Eso no cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés por parte del gobierno mexicano, le da vigencia al EZLN. Y claro, a varios años de su irrupción, el escenario político nacional ha cambiado.

Pero ese espacio ganado por los indígenas mexicanos, esa visibilidad ganada por seis días de combate; tenía el reto de no diluirse y no ser olvidados de nuevo. 

Tenía el reto de seguir siendo vigente ante el embate de la globalización y el neoliberalismo.

Los indígenas mexicanos de pronto, de nuevo contra el poder; pero esta vez, comprendieron que tomar de nuevo las armas, ya no era una opción.

Y por ello, abrazaron la lucha contra la globalización y el neoliberalismo. Entendida esta lucha como la búsqueda de la representación democrática, el avance en el respeto a los derechos humanos, la equidad de género, el comercio justo y el desarrollo sostenible.

Aunque habían hecho una lucha armada; el EZLN está considerado como uno -si no que el primero- de los movimientos internacionales para preservar los derechos colectivos ante el embate del neoliberalismo.

En ese contexto de globalización y neoliberalismo, el EZLN buscaba el derecho político de elegir a sus propias autoridades, el jurídico para impartir justicia de acuerdo a sus usos y costumbres, los derechos sociales para elegir sus propias formas de organización y sus propios derechos culturales para preservar su identidad ante un mundo cambiante. 

Habría que precisar también que el modelo económico neoliberal busca extinguir su lucha y en la práctica, el EZLN y sus bases es perseguido, hostigado, aislado desde el gobierno de Zedillo, siguiendo con los de Fox, Calderón y Peña Nieto. 

La relación con el gobierno de López Obrador, hasta el momento es una incógnita en cuanto a como impactará en las comunidades zapatistas. Por lo pronto, estas marcaron su distancia con el gobierno de la cuarta transformación. 

¿Este aislamiento, estos amagos, a que obligaron al EZLN?

Lo obligaron a un repliegue interno

A consolidar sus estructuras comunitarias y al mismo tiempo, a acercarse a los demás movimientos indígenas mexicanos.

Aparecieron entonces las “juntas de buen gobierno” los “caracoles” y ello les proporcionó autosuficiencia.

Los “caracoles” y las “juntas de buen gobierno” son un cuestionamiento directo al poder. Un cuestionamiento al estado mexicano.

¿Porqué?

Si bien los zapatistas no han salido de la pobreza; sus comunidades son autosuficientes y no dependen de recursos públicos.

Resulta contradictorio ver la cuantiosa derrama de recursos en Chiapas. Una derrama financiera que no ha abatido nuestra pobreza y marginación, pero que sin embargo es necesaria para que la hambruna no devore a las comunidades chiapanecas.

En las comunidades zapatistas, esa derrama cuantiosa no ve. Pero a cambio hay autosuficiencia.

¿Que otra forma de cuestionar al estado mexicano y al poder le estalla en la cara a nuestros políticos al casi decirles; sabemos que eres corrupto, sabemos que tienes cuantiosos recursos; pero no te necesitamos?

En ese contexto; si salta una pregunta bastante pertinente:

¿Qué es el EZLN ante el poder?

El EZLN es ruptura, resistencia, persistencia y rebeldía. Ese es su legado y es vigente.

El EZLN es contrapeso del poder. 

Es también el no poder. 

Es lo que los anarquistas llamaban «destrucción creativa». 

En ese caso el EZLN busca destruir lo viejo y que le hace daño por otra cosa nueva y más colectiva. 

No les interesa el gobierno y gobierno es poder y ejercicio de poder. 

A los zapatistas les interesa la visibilidad. Que los vean para que su lucha resista y persista.

En eso están desde hace 500 años.

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