Fredy Martín Pérez

Comitán de Domínguez, Chis; 21 de septiembre.- Lo peor de la pandemia parecía haber pasado en su comunidad As de Oro o Nuevo Llano Grande, que linda en la frontera con Guatemala, cuando Otilio Santiago, de 35 años de edad, se despidió de su esposa y abrazó a sus dos hijos de cinco y un año de edad, para decirles que se iba de casa porque quería «probar suerte» en Tijuana.

Un camión que tomó cerca de la Central de Abasto de Comitán, llevó a Otilio hasta Monterrey, donde buscó trabajo algunos días para pagar alimentación y techo, pero una semana después decidió trasladarse a Tijuana, donde tiene algunos primos nativos de As de Oro.

Cuando se bajó del camión después de las seis horas de recorrido, Otilio tomó un taxi que lo llevó a la casa de una prima, a la que contó que había dejado Nuevo Llano Grande, porque allá la tierra no daba para comer.

La joven mujer le dijo que si tenía papeles en regla, podía encontrar trabajo en algunas maquiladoras, pero Otilio respondió que su meta era llegar a los Estados Unidos, pero el obstáculo para concretar el sueño, era que no tenía dinero para pagar al pollero, por lo que buscaría una opción para «colarse» en el muro.

Los dos chiapanecos hablaron de lo difícil que era ahora pasar del otro lado, desde que el presidente Donald Trump reforzó varios kilómetros del muro desde la playa hasta más allá de Mexicali.

Ambos coincidieron que lo mejor era ir a Sonora y pagar a un pollero para que le ayudara a cruzar a Otilio del otro lado, pero el campesino no tenía los dólares suficientes y ahí terminó el sueño.

No había más opción que quedarse en Tijuana.

Con el pretexto de salir a buscar trabajo, Otilio recorrió algunos tramos del muro, observó las cercanías del aeropuerto y las garitas San Ysidro, El Chaparral y Otay Mesa.

Caminó por las calles de la ciudad donde podía ver el muro de acero y creyó que podía subirlo sin ninguna dificultad.

En su caminar por la ciudad, se topó con centroamericanos, muchos de ellos que pasaron por los caminos cercanos a Nuevo Llano Grande, en su tránsito a la frontera norte y supo de hombres y mujeres que habían escalado el muro y se habían perdido por las calles de San Diego, pero otros habían sido arrestados por la Patrulla Fronteriza.

Días después de haber llegado a Tijuana, Otilio telefoneó a José Ignacio Morales Morales, uno de sus primos que lleva cinco años en la ciudad, para contarle que había dejado Nuevo Llano Grande, pueblo de un centenar de viviendas, porque estaba decidido en «probar suerte aquí en Tijuana».

Su pariente le respondió que en estos momentos era preferible no haber salido de la comunidad y quedarse al lado de su esposa y sus dos hijos, porque ahora en Tijuana «todo el trabajo está calmado» y agregó: «Ojalá un sábado o domingo nos veamos para platicar».

Pero durante la conversación, Otilio nunca reveló a Ignacio su deseo de traspasar el muro. «Jamás y nunca me dijo que tenía la intención de cruzar hacia el otro lado pues…», dice José Ignacio que radica en el fraccionamiento San Martín, en el Parque Industrial Pacífico.

Se despidieron y nunca más hablaron, hasta que el lunes 14 de septiembre, José Ignacio leyó en la prensa que un mexicano había fallecido al caer del muro, al tratar de escalar cerca de la garita de Otay.

El cuerpo del migrante estaba próximo al callejón de exportación de carga pesada.

José Ignacio cree que su primo estaba desesperado y por eso quiso escalar el muro. «A lo mejor él se desesperó. A lo mejor él tenía deudas.

No sé exactamente y por eso se vino para acá», justifica.

Recordó que cuando habló con Otilio, le insistió que «las cosas estaban muy duras en Tijuana», por la pandemia y por los miles de migrantes de Cuba, Haití, Centroamérica, Venezuela, Argentina y de varios países de África, que ha sido deportados desde los Estados Unidos y que están en espera de audiencia de asilo.

De inmediato José Ignacio telefoneó a la prima de Otilio y supo que el cuerpo se encontraba en el Servicio Médico Forense (Semefo) donde había acudido a reconocerlo a través de fotografías que le dieron los peritos.

Le comentó que se requería entre 50 a 70 mil pesos, para el traslado del cuerpo en un recorrido de tres mil 200 kilómetros de Tijuana a Nuevo Llano Grande, donde ya lloraban el deceso los hermanos, esposa y padres del migrante.

El sábado pasado, miembros del Grupo Beta de Protección a Migrantes y la Guardia Nacional se comunicaron con José Ignacio para decirle que ayudarían para trasladar vía terrestre el cuerpo hasta Nuevo Llano Grande, donde la familia de Otilio quiere velarlo y despedirlo con flores y rezos.

Pero cuando Ignacio le comentó a la joven la propuesta, se molestó y dijo que mejor pediría ayuda con sus parientes que viven en California, para pagar el traslado del cuerpo hasta el municipio de La Trinitaria.

Pero José Ignacio no se ha quedado cruzado de brazos, ya que ha recaudo ayuda económica que envía a la viuda, dinero que retira de una sucursal bancaria en Comitán de Domínguez, a 80 kilómetros de Nuevo Llano Grande.

El cuerpo de Otilio salió este lunes de Tijuana hacia Nuevo Llano Grande, pero por la mañana, José Ignacio recibió una llamada de otros parientes que viven en Los Cabos, para decirle que un primo de él originario de As de Oro había fallecido de un paro cardíaco.

Se espera que el cuerpo de Otilio llegue a As de Oro, donde dejó su esposa, una hija de cinco años y un niño de año y cuatro meses de edad, el próximo miércoles.

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