Enriqueta Burelo

El acceso de las mujeres a una vida libre de violencia, ha sido una batalla que las mujeres hemos librado en diversos espacios: las calles, tribunales, congresos, instituciones dedicadas a la procuración de justicia a favor de las mujeres, sin embargo, a pesar de los avances pende como una espada de Damocles sobre la vida de cada una de nosotras, hoy al lado del feminicidio que es la forma más extrema de violencia contra la mujer, tenemos a la violencia vicaria, la cual tiene como objetivo dañar a la mujer a través de sus seres queridos y especialmente de sus hijas e hijos.

El padre ejerce una violencia extrema contra sus criaturas, llegando incluso a causarles la muerte y utilizando recursos de particular crueldad para la eliminación de los cadáveres en muchas ocasiones.

El ánimo de causar daño a su pareja o expareja a toda costa supera cualquier afecto que pueda sentir por ellas/os. El asesinato de las hijas o hijos es la parte más visible de esta forma de violencia extrema que destruye a la mujer para siempre; pero es habitual la manipulación de hijas o hijos para que se pongan en contra de la madre o incluso la agredan.

Esas hijas e hijos sufren un daño irreparable y son también víctimas de violencia de género. El objetivo es el control y el dominio sobre la mujer, en un alarde máximo de posesión en una relación de poder que se sustenta en la desigualdad.

En un texto publicado por la Universidad Complutense de Madrid, y cuya autoría recae en Isabel Tajahuerce Ángel, directora del Máster Propio del Instituto de Investigaciones Feministas de la UCM y delegada del Rector para Igualdad, así como de Magdalena Suárez Ojeda, Profesora Derecho Administrativo UCM. Especialista “Juzgar con perspectiva de género” y directora de la Unidad de Igualdad, las autoras expresan que la violencia vicaria cuenta con la complicidad de una sociedad que cuestiona permanentemente a las mujeres, que las priva de autoridad y pone en duda su palabra.

Las mujeres suelen intentar que su voz se oiga en el colegio de esas hijas o hijos, entre las amistades, en la propia familia, en los juzgados, pero los imaginarios del “buen padre” y la “mala madre” se imponen. Se prefiere escuchar al varón y apoyar al hombre que juega a ser víctima, que a esas mujeres que, desesperadas, intentan hacer oír su voz para evitar que el padre haga daño a sus hijas o hijos.

Ángela González Carreño presentó más de 30 denuncias porque temía por la vida de su hija en las visitas con el padre, finalmente éste la asesinó. El Comité de la CEDAW condenó al Estado español por negligencia, pero como vemos los asesinatos se han seguido produciendo y no se han tomado las medidas necesarias.

México, no está exento de esta modalidad de violencia de género, y tanto en el Congreso de la Unión como en el Congreso de Chiapas, se encuentran iniciativas pendientes de subir al pleno y ser aprobadas, así también se ha conformado el Frente de Violencia Vicaria con más de 1000 mujeres victimas de este tipo de violencia de género.

Afortunadamente más mujeres se solidarizan con estas organizaciones, como es el caso de la artista y madre buscadora Claudia Jiménez, quien ha sacado a la luz el Calendario Vicario, que busca justicia para madres e hijos que han sido separados, el calendario está respaldado por el Instituto de la Mujer de Morelos.

“Estudié en Bellas Artes; siempre me he dedicado al dibujo que es mi forma de expresión” señala la artista, creadora de este instrumento de denuncia, en el cual participa también Gloria Monterrubio, otra de las muchas voces que buscan justicia para estar con sus hijos. El calendario es una obra conceptual que invita a la gente a reflexionar en el tiempo de busca de una desaparecido o desaparecida.

Cuando un hombre amenaza a una mujer con quitarle a sus hijas o hijos está dando signos claros de violencia vicaria. Las amenazas a las mujeres con sus hijas o hijos deben hacer saltar todas las alarmas. La protección a las víctimas de violencia de género es esencial, reconociendo que un maltratador nunca puede ser un buen padre.

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