El reconocimiento que el movimiento del EZLN hace sobre los derechos de las mujeres ocurrió antes de que los organismos internacionales como la ONU lo plantearan con contundencia, asegura la investigadora Araceli Burguete Cal y Mayor.

Gabriela Coutiño/Revista Proceso

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, Chis.- El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se adelantó con una agenda de conocimiento sobre los derechos de las mujeres; las propias integrantes del movimiento tuvieron una formación política en la clandestinidad, pero fueron visibles en el alzamiento armado, en puestos de mando y fueron rescatando sus derechos en los procesos de organización y participación.

Foto: Proceso/Benjamín Flores

No fue ocurrencia que el zapatismo buscara en 2018 la candidatura presidencial de María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, vocera del Congreso Nacional Indígena, quien recorrió parte del país con la encomienda de organizar a la sociedad desde abajo para desmontar el sistema capitalista.  

Foto: Proceso/Isaín Mandujano

Marichuy fue elegida por su compromiso en el combate al machismo y la reconstitución de las comunidades. En La Marcha del color de la tierra en 2002 habló en el Zócalo de la Ciudad de México en nombre de las mujeres indígenas del país, donde dejó claro que “el proceso de reconstitución integral de los pueblos indígenas es una tarea que incumbe tanto al hombre como a la mujer, en una misma lucha por lograr nuestra plena liberación”.

Para la investigadora Araceli Burguete Cal y Mayor, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, el CIESAS Sureste, este reconocimiento de los derechos de las mujeres ocurrió antes de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el gobierno y que los organismos internacionales lo plantearan con tanta contundencia.

La especialista en estudios políticos, poder, democracia, violencia y género, dice que éste es un sello distintivo del zapatismo, a diferencia de otros movimientos revolucionarios en América Latina, como la Revolución Cubana, la de Nicaragua, El Salvador y Guatemala, en los que probablemente haya habido mujeres en sus ejércitos, pero la mayoría de ellas no eran visibles.

“La presencia de las mujeres fue visible en el EZLN desde el primer momento; por ejemplo, esa fotografía icónica de mujeres de la comunidad de Xoyep en el municipio de Chenalhó, cuando enfrentan a los militares que buscaban establecerse en su territorio a pocos días de la Matanza de Acteal”, dice, o cuando mujeres tojolabales hicieron una valla para defender su territorio y cuando entregaron al entonces comisionado para la Paz, Manuel Camacho Solís, al general Absalón Castellanos Domínguez.

“Ahí iba la mayor Ana María con un fusil. Ana María tiene también una gran relevancia en la toma de San Cristóbal de las Casas”, rememora. 

La construcción política de las mujeres zapatistas deviene de su formación en una coordinadora diocesana, por la cual durante 10 o 20 años las mujeres estuvieron trabajando en sus comunidades, se reunían incluso como terapia colectiva, sobre lo que les dolía, se concientizaron y confeccionaron lo que sería la Ley Revolucionaria de las Mujeres.

Tras la revuelta zapatista en Chiapas, se conoció la ley que contenía los siguientes puntos esenciales: 

El reconocimiento de los derechos de las mujeres para participar en la lucha, para trabajar y recibir un salario justo; a decidir el número de hijos que puedan tener y cuidar; a ser elegidas libre y democráticamente en la participación en asuntos de la comunidad; a la atención primaria en salud y alimentación de ellas y sus hijos; a la educación; a elegir su pareja y a no ser obligadas al matrimonio forzado; a no ser maltratadas y violentadas ni por familiares ni por extraños; a ocupar cargos de dirección y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias, y tener todos los derechos y obligaciones que señalan las leyes y los reglamentos revolucionarios.

“El EZLN incorpora en su marco ideológico la igualdad de género y el reconocimiento de los derechos de las mujeres y su organización, y eso significó un gran avance, pues una tercera parte de los miembros de la organización y la mitad de las bases de apoyo eran mujeres”, afirma Burguete Cal y Mayor. 

Así, en 1996, cuando se sienta con el gobierno federal, el EZLN pone sobre la mesa el tema “Derechos de las Mujeres”, pero esto ya no fue abordado al romperse el diálogo porque el gobierno no había cumplido el compromiso de legislar los primeros acuerdos en materia de derechos y cultura indígena.

Aunque las mujeres del EZLN no se detuvieron, y el 12 de octubre de 1996 en la Ciudad de México, en un encuentro de pueblos indígenas, la comandanta Ramona encabezó una mesa sobre el tema de los derechos de las mujeres, después de que fuera abordada por un grupo de activistas indígenas. 

Al año siguiente, en otro encuentro en Oaxaca con Ramona, se crea la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami). “Ahora incluso la misma Conami dice: nosotras somos la siembra de la comandanta Ramona”, apunta la investigadora.

Las iniciativas zapatistas en este sentido se vieron desde la organización. “Una lo puede ver en la escuelita donde se reflexionaba sobre las mujeres y luego se dio el Encuentro Internacional de las Mujeres que luchan, que desafortunadamente ya no continuó por la pandemia del covid”. 

Esta agenda propia de las zapatistas, asegura, ha tenido resonancia en los movimientos locales, nacionales e internacionales. 

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