Al minimizar la situación se profundizan los impactos y afectaciones, además se obstaculiza el ejercicio pleno de derechos”.

Tuxtla Gutiérrez, Chis. 24 Abril.- El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (Frayba), aseguró que las experiencias que vivieron reporteros y la candidata presidencial, Claudia Sheinbaum el 22 de abril en Motozintla, es porque la situación de violencia en Chiapas, “se ha profundizado como un cáncer en nuestro estado, en el marco de la disputa criminal por el dominio del territorio”.

El colectivo señaló en un comunicado: “con preocupación, hemos constatado y visibilizado que, al menos desde junio de 2021, la situación de violencia se ha profundizado”.

Esta situación, manifestó, “se caracteriza no sólo por la confrontación armada entre grupos delincuenciales, sino por el intento de controlar, en un alto grado mediante estrategias de terror, la vida social, económica y política de las comunidades. En consecuencia, la población chiapaneca y en movilidad vive graves impactos, con énfasis en las regiones Frontera y Sierra, con una tendencia de expansión hacia otras regiones del estado”.

El Frayba afirma que “pobladores son objeto de violaciones graves a derechos humanos como desplazamientos, desapariciones y reclutamientos forzados, además de asesinatos y torturas, entre otros. Asambleas y autoridades comunitarias son controladas por bandos de la delincuencia que aseguran así el sometimiento poblacional a sus intereses y su hegemonía en cada espacio territorial”.

Denuncia que comerciantes, transportistas y otros gremios son obligados a alinearse a “organizaciones” que se configuran como su brazo civil, así como a pagar “derecho de piso”; y la resistencia a este dominio es castigada con asesinatos, desaparición o castigos físicos públicos.

“Hay situaciones críticas en que la estrategia de guerra aísla a comunidades al cortarles el suministro de agua potable y la energía eléctrica; alimentos escasean; escuelas, hospitales y otros servicios públicos no pueden operar de manera permanente porque no existen condiciones de seguridad para el personal; pobladores suelen quedar en medio de confrontaciones armadas, lo que causa terror y riesgo de muertes por fuego cruzado y desplazamientos masivos. El escenario es tan cruento como el de cualquier otra guerra”.

Para el Centro de Derechos Humanos, la violencia en contra de la población civil en Chiapas no es un daño colateral, sino que tiene como propósito, el control social como uno de los principales pilares de la estrategia de guerra de los grupos de la delincuencia organizada, sin que el Estado mexicano intervenga para dar solución y proteger a las comunidades.

Luego de afirmar que el Estado debe de dimensionar y atender la violencia en Chiapas, el Frayba sostiene que “para detener la violencia en el estado es necesario conocer y reconocer las dinámicas actuales de control social y territorial, así como sus profundos impactos en la vida de las personas y comunidades afectadas”.

Y es que asegura que “este control territorial restringe la libre circulación. Los grupos delincuenciales instalan retenes a los que se obliga a asistir a la población. Las personas se enfrentan diariamente al terror de estos sistemas de vigilancia en los que se les exige mostrar sus credenciales para identificar su lugar de procedencia. Se trata de focos rojos en los que suelen ocurrir privaciones de la libertad, tortura y en el peor de los casos desapariciones y asesinatos”.

Expone que sólo un mínimo porcentaje de casos es denunciado por el riesgo que ello implica y la desconfianza hacia las instituciones, por lo que considera necesario asumir que tanto el subregistro de los delitos y violaciones graves a derechos humanos, así como las diversas formas de control y múltiples violencias cotidianas que sufre la población, constituyen una problemática que no puede ser disminuida en su magnitud e importancia. “Es deber del Estado garantizar mecanismos seguros y accesibles para la denuncia, registro y atención de las víctimas”.

Ante esta situación, el organismo que preside el obispo de Saltillo, Raúl Vera, el Frayba manifiesta que frente a ello, el gobierno tiene la responsabilidad de reconocer la grave dimensión de la violencia en Chiapas y romper los mecanismos de impunidad que la perpetúan. “Al minimizar la situación se profundizan los impactos y afectaciones, además se obstaculiza el ejercicio pleno de derechos”.

Finalmente invitó al gobierno actual y el venidero “a aproximarse a los pueblos que sufren esta realidad, así como a los actores de la sociedad civil que la palpamos al estar inmersos en ella, no para debatir sobre la existencia o niveles de la problemática, sino para construir rutas para una paz verdadera y sostenible”.

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